Hubiéramos querido ser aquel
que mira el mar en brazos de su chica
y a veces le acaricia con dulzura
o se deja querer como dormido.
Melancolía del amor perdido
en las esquinas de la incertidumbre;
sueños de plenitud ya bien lejanos;
la piel y el corazón desconcertados.
Confiábamos en que vendría el tiempo
del mar, de la dulzura y las caricias,
que entonces detuviera su carrera
y nos dejara ser y perdurar.
La plenitud de la melancolía
es lo que de verdad hemos logrado.
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