El ritmo conseguido con la combinación de tetrasílabos y octosílabos ha sido uno de los más fructíferos en la historia del verso español. En principio, el tetrasílabo, como sus hermanos menores, es un verso vicario, con poca entidad para estructurar poemas, casi siempre necesitado del apoyo de un verso más largo. Así aparece frecuentemente en la poesía tradicional:
8 No te tardes, que me muero, 1.3.7
4 carcelero, 3
8 no te tardes, que me muero. 1.3.7
De su frecuente mezcla con otros versos, particularmente con el octosílabo, ocurrió que pasó a ser mayoritario o fundamental en algunas combinaciones de la poesía medieval y de cancioneros (el discor, coplas caudatas….), hasta alcanzar cierta autonomía, por ejemplo en la Historia Troyana (s. xiii).
Alguna de aquellas variantes sirvieron de cauce a modalidades triunfantes de la copla, como las de pie quebrado, con un vaivén rítmico ligero y fijo al mismo tiempo. El siglo xv se expresó fundamentalmente a través de coplas de pie quebrado en las que entraba como componente esencial el tetrasílabo.
Esa tradición mantuvo al tetrasílabo como verso vicario durante los siglos xvi y xvii, tantas veces como reapareció la poesía tradicional española, soterrada pero no arrinconada por las formas italianas.
Los poetas del siglo xviii lo incorporan plenamente al repertorio de versos autónomos, por ejemplo aparece en algunas fábulas de Iriarte (como la de La urraca y la mona) y de Hartzenbusch (La mariposa y la efímera). También es abundante su uso durante el romanticismo, y más escaso durante el modernismo, aunque Rubén Darío nos dejó un largo poema de Otoñales en romancillo de tetrasílabos asonantados (Una noche / tuve un sueño…). Como todos los metros breves, nunca desapareció de la poesía tradicional, a cuyo amparo se recupera totalmente a partir de la segunda década del siglo xx, para formar parte de la moderna silva, como verso quebrado corto, junto al trisílabo y pentasílabo, o en combinaciones de todos los tipos, entre las que sigue siendo mayoritaria la que combina con octosílabos. Es curiosa la combinación, frecuente en Gabriela Mistral, con pentasílabos, para formar tiradas, que también pueden aparecer como combinaciones de 9-10 u 8-9, por ejemplo en “La fresa”:
8 La fresa desperdigada
8 en el tendal de las hojas,
8 huele’ antes de cogida;
9 antes de ser vista se sonroja…
9 La fresa, sin ave picada,
9 que el rocío del cielo moja.
………………………
Tampoco es raro encontrarlo como verso autónomo en poesía de inspiración popular moderna, tal vez quebrado por bisílabos y trisílabos.
El tetrasílabo no tiene más que dos variantes rítmicas: 1.3 o solo 3; aunque se dan los extrarrítmicos 1.2.3 y 2.3 por ejemplo en Aquí te amo (2.3 Neruda), que habrán de resolverse en la cadena métrica. Forma composiciones exclusivas, normalmente cortas; juega en la estructura de grandes metros, como la silva y la copla; forma grupo métrico —el mal llamado anapesto— para integrarse en cadenas métricas mayores.
Véanse algunos ejemplos famosos, de uso rítmico doble:
Veinte presas 1.3
hemos hecho 1.3
a despecho 3
del inglés, 3
y han rendido 3
sus pendones 3
cien naciones 1.3
a mis pies. 3
(Espronceda)
La hoja seca 1.3
vagamente 1.3
indolente 3
roza el suelo. 1.3
Nada sé, 1.3
nada quiero, 1.3
nada espero... 1.3
Nada 1.3
Solo...
(Manuel Machado)
Tarde, tarde, 1.3
cae la tarde. 1.3
Larga, larga, 1.3
se aletarga. 3
(Ricardo Güiraldes)
Cuando adopta la forma ooóo, puede tratarse del ritmo llamado anapéstico, lo que solo se aprecia por sucesión de versos, en tiradas largas:
Insectillo
singular…
(Hartzenbusch)
Ya sea en su forma versicular, como el ejemplo anterior, o en tiradas de tipo silva, como esta de dodecasílabos (todos 3.7.11), quebrada por un octosílabo (naturalmente 3.7) y terminada en hexadecasílabo (3.7.11.15):
12 He leído los acentos fragorosos,
12 como rudos cañonazos de batalla,
12 que, en apóstrofes valientes, lanza el genio
8 de Argentina sobre Hispania;
12 he leído las estrofas de centellas
16 que, magnífica, modula la señora de las Pampas….
(1913, Salvador Rueda)
De ese modo, entra como componente de los juegos con pies ooóo, sobre todo para imitar el “decasílabo alcaico”.
Al igual que el pentasílabo, es frecuente como sintagma de arranque en dichos, refranes, juegos, etc.:
4 Sal, salero, 1.3
8 sal y vendrás caballero. 1.4.7
4 Cata, cata, 1.3
6 que parió la gata. 3.5
4 Sana, sana, 1.3
6 culito de rana… 2.5
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