Todo junto va en esa entrada, que más adelante habrá que desguazar para tratar de cada cosa con amor y devoción, porque amada y recorrida se queda Poitiers (me falta enseñar algunos rincones que no andan en mapas de turismo), amados mis muchos colegas de la AISO con los que he hablado y compartido largas sesiones, en las que nos decíamos cosas como quién era el autor del Lazarillo, por qué lloraba Damón cuando hacía el amor, la admiración que sentía Lope hacia Ronsard, cómo vamos a volver a editar los bailes, quién tiene la culpa de que no se lea a Juan Rufo, cómo fue la batalla de Lepanto (inolvidable comunicación de Juan), si existió o no Duque de Estrada.... Cosas así, nuestras, con las que modelamos con dedicación y paciencia el sustrato sobre el que se asienta parte de nuestra cultura, la literaria; porque de lo que se trata es de hacer las cosas lo mejor posible.
Hubo de todo en la viña del señor; pero se llevó con dignidad, apreciando en todo caso el esfuerzo de personas, grupos, etc.
A mi modo de ver la organización de todos los actos –noten con qué pericia voy sorteando "evento"– fue más que buena, y la llevaron Alain, Emma, Cristina.... y un grupo de jóvenes entusiastas, con algunos de los cuales tuve la fortuna de coincidir en la cena de clausura, en un castillo sin almenas.
Melchora Romanos pasó la presidencia, votación mediante, a Begoña López Bueno y a una cohorte, en parte nueva, de ocho personas. En una de las fotos, en el castillo sin almenas, Begoña y Melchora departen con el aperitivo o la "mise en bouche" (incorregibles los franceses en esto de poner nombres más allá del objeto nombrado); en otra, Begoña se dirige a los asistentes y todos nos compungimos, verbo que se utiliza poco en esta forma personal y que tenía guardado para esta ocasión.
En otra de las fotos, al fondo, aparece Valentín Núñez, el nuevo Lazarillo de Tormes, investigador concienzudo y entusiasta cuya tarea he podido seguir y admirar durante los últimos años y que sin dudar enfocará al Lazarillo adecuadamente; me dijo que ya había leído –y le había gustado– el reciente ensayo de Reyes Coll-Tellechea, que no nos regaló su presencia, tan lejos está. Eso sí, también me añadió –por insinuaciones maliciosas que le hice– que no se ocupaba para nada de la autoría. A ver cuándo publico los documentos.
Volvimos tarde a Poitiers; yo tuve la inmensa fortuna de coincidir con Blanca Perignan en el autocar, y durante la media hora que duró el viaje cambiamos un poco el destino del universo. Espero que se note.
Termino con algunos rincones de Poitiers y del parque Blossac, que visité el último día. Y ahora doy razón de todo ello con la melancolía de quien mira al pasado, pues el presente es la inmensa y dorada playa de Zarauz, en día de nubes, lluvias y colores, que ha acogido al caminante, que ayer atravesó los lagos de las Landes.
Empieza a llover. Estamos en el Cantábrico, sin duda.
Disfrutamos mucho con todos tus reportes de Poitiers. ¡Muchas gracias!
ResponderEliminarMe ha gustado recorrer Poitiers de la mano de este blog.
ResponderEliminarQuerido Pablo
ResponderEliminarEntro en el blog por rasterar nuevas andanzas lazarillescas y me encuentro con tus cariñosas palabras. Te las agradezco mucho, al igual que la crónica que has venido haciendo de la estancia en Poitiers. Tú me tiras de la lengua a cuento del autor del Lazarillo(tengo mi opinión, intuitiva, no te creas) y yo te animo a que publiques los documentos. Te digo como una vez hiciste tú cuando hablábamos del diccionario de Castalia: anda porfa.
Un abrazo
Valentín (de Híspalis)