hileras de tamarindos
beben la brisa del mar,
troncos que van retorcidos,
ramas que frágiles van
para que el aire marino
las acaricie al pasar.
Gustan del cielo abierto,
que el viento les sepa a sal,
mirando rizos de espuma
aprendieron a espigar
las finas hojas que juegan
y se cimbran sin quebrar,
tanto si lluvia y bonanza,
si sol o si tempestad,
hojas tan silenciosas
dejan rumores pasar
de si cerca rompe la ola
de si muy lejos se va;
lentitud con la que crecen
nunca fue fragilidad,
hondo cavan en la tierra
y siempre al lado del mar,
esfuerzos de ser, los troncos,
esfuerzos de perdurar;
en tanto que todo pasa
sus hojas lo ven pasar.
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