Los pináculos de San Juan intentan
un gesto gris de piedra y de montaña,
contrafuertes y nervios y arbotantes
que dos cimborrios cierran y espadañas.
Si el caminante sigue su paseo
a pocos metros, el jardín de plantas,
no he visto nunca un ginko tan gigante
ni un roble con ese collar de ramas…
La rue Bouchet me trajo por las calles
que guardaron el tiempo en sus ventanas,
en los patios cerrados, en las puertas…
la ciudad vieja duerme abandonada.
Tantas iglesias y con tanta gente.
Dicen que mucho fue. No queda nada.
un roble con un collar de ramas |
A ver si un día se anima a ir a ver el ginkgo biloba de la Fuente del Berro, aunque me imagino que lo conocerá ya. Mirarlo hacia arriba tumbado en el suelo es una maravilla.
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