Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

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martes, 19 de julio de 2011

Últimos recuerdos de Poitiers


El coche escoba, como en la vuelta ciclista, el que va recogiendo todo lo que se quedó rezagado, que fue mucho y que, con la distancia, cobra una pátina especial en la que se mezclan sensación de lejanía, de tiempo pasado, y en este caso también, de rincón que he ido conociendo poco a poco, entre lecturas francesas y obligaciones académicas. De manera que he seleccionado unas cuantas fotos prendidas a paseos y momentos de Poitiers, antes de que el tiempo los borre del todo. En su mayoría no son lugares oficiales; lo contrario, quizá: rincones, detalles, destellos.
"Mi corazón está donde ha nacido, no a la vida, al amor....", decían los versos de un andaluz para explicar su amor a Castilla; y así en menor medida ocurre con lo demás: nuestro afecto va hacia lo que nos roza cada día y va posándose, sin que apenas nos demos cuenta, en el quehacer cotidiano. De ese modo se sedimentan las costumbres, se reconocen las luces del día, se reiteran los caminos, se cobra apego a circunstancias modestas. 
La última mañana en Poitiers me sorprendí a mí mismo yendo a desayunar a la misma cafetería de otros días, en donde volví a comentar no sé qué al mismo camarero, me fijé en los ojos castaños de María y hojee el periódico, el mismo, como ya había hecho otras veces. Café y zumo fueron también los mismos, aunque cambié la media luna por una "vienesa". Si me hubiera quedado más días, habría terminado por probar los innumerables y riquísimos bollos del café, pero hubiera seguido desayunando allí; y me hubiera declarado a María, la camarera del "café Populaire" de la plaza del Ayuntamiento, cuyos ojos castaños indudablemente se merecían todos los desequilibrios afectivos, que ella no sabía si tomarse en serio o no. 
El lugar se fue. Lo he almacenado en la memoria. No sé para qué. Compré harina de "sarrazin", con la que prepararé "crepes" –no en vano he pasado un año en Saint Malo.















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