Esto de ir renunciando por la vida
es tarea muy dura y exigente,
que se lleva en verdad muy malamente
lo de hacer caso omiso y la partida.
El rabillo del ojo ve la gente
y me manda señal y acometida,
me recuerda que tengo prometida
una juerga brutal, y que lo intente.
Y sí que lo hago, pero no me sale;
anda tras mí lo de melancolía,
y entonces va y se me escapa el día;
de lo que prometí, nada me vale.
Termina todo con un mal pareado.
Lo que se daba ya se ha acabado.
Pues sí, regularcillo, regularcillo
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