Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

viernes, 15 de julio de 2011

El 14 de julio en Poitiers



Ha sido larga la jornada, y trabajosa, porque los congresistas que no residen en hotel –entre los que me cuento– han maniobrado por calles y plazas buscando un mal café que echarse al desayuno, antes de entrar en danzas académicas. Este menda lerenda, además, que ha se ha dado la vuelta a la ciudad, literalmente, por la carretera de circunvalación, bordeando el río Clan, en busca de dos parques marcados en los mapas turísticos, no ha hallado huellas de primero (“Les jardins de sens”) allí donde hubiera debido estar, en el Pont Saint-Cyprien, y se ha encontrado el otro cerrado, el parque de Blossac, porqu se estaban preparando allí los fuegos de artificio de esta noche.

En una asamblea general se han presentado, entre otros asuntos, dos propuestas para la próxima sede de la AISO: Nueva Delhi y Venezia. Hemos terminado en la Plaza de Charles de Gaulle para hacer una excursión a Chauvigny, un precioso pueblecito medieval, y a la Abbaye de Saint-Savin, un gran templo románico que conserva frescos en varias de su dependencias (cripta, bóveda, atrio).


Cansados y probablemente hambrientos, hacia las ocho, los colegas se han desperdigado por calles y plazas: en la del Ayuntamiento, con orquesta y baile. Cuando escribo estas líneas se escucha el final de los fuegos artificiales a lo lejos.
De las pocas fotos que he obtenido, en algunos casos –simpáticas hispanistas italianas; grupo de amigos españoles, etc.– me han dado permiso para colgarlas en el blog, como van; otra colega me ha hecho, en correspondencia, otra a mí, que he prometido colgar también aquí. Y así va.
En mi periplo matinal por un Poitiers luminoso y vacío, he vuelto a pasar por la Iglesia de Sainte-Radegonde, de la que me han impresionado esos tres abedules viejos delante del ábside; por la de San Jean de Montierneuf y por la de Saint-German.
Mañana, último día del congreso, intentaré volver al parque de Blossac.




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