Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

sábado, 2 de julio de 2011

Belén Gopegui



Cuando se publicó El padre de Blancanieves, la antepenúltima novela de Belén Gopegui, mantuve curiosas conversaciones con parte de mi gente –sobre todo con algunos de los que siguen los modos narrativos actuales– sobre su valor, condición, etc., pues estaba claro que aquella narración era claramente programática y que en vez de esconder su programa lo dejaba ver con excesiva claridad, casi agresivamente. Las críticas que la obra recibió fueron desiguales, pero abundaron las muy negativas, al lado de las más condescendientes, y en pocos caso se predicó su buenhacer. Publiqué la mía, en la REC, casi al tiempo que llegaba a mis manos un cuadernillo con una charla de la autora, creo recordar que en alguna universidad californiana, en donde confirmaba y justificaba su quehacer. Por mi parte, y en esencia, aplaudía estructura y función del "Padre de Blancanieves" porque pensaba –y pienso– que el género no lo fijó Cervantes para siempre y que, con lo que está cayendo, la narración directa y comprometida de BG era uno de los modos históricamente más adecuados de hacer literatura. 
En fin, vino después un precioso quiebro (El deseo de ser Punk), una narración ligera en la que la autora pareció liberarse de críticos, discusiones y proyectos más comprometidos y que, como suele ocurrir en estos casos, le salió redondo –si se exceptúa el final.
Y ahora nos acaba de dar otra novela, que he terminado de leer con cierta –digamos– soltura e interés. Es una novela muy actual, de una actualidad  transparente en sus protagonistas: Vicepresidenta del Gobierno, Zapatero, universo político....) y tejida completamente de hechos y circunstancias actuales (¿cuándo se habrá escrito exactamente?), de modo que cualquier lector situará el conjunto de situaciones, problemas y personajes en su propio contexto. Cierta valentía ya hay en ello. Sin embargo, a pesar de lo candente de la trama y los personajes, no es eso lo más goloso: lo mejor es que la novelista logra llenar todo el espacio novelesco con lo que es realmente el problema ideológico de la sociedad española actual: eso aparece en los pensamientos, conversaciones, pasajes, etc. de la novela, esta vez de modo bastante natural, y dota a la obra de una profundidad de muchísimos quilates, al tiempo que intenta ir mucho más allá –y a mi modo de ver lo logra– de la frase superficial, el cotilleo, la crítica directa y fácil, la superficie. Creo que ese es el enorme valor de la obra y que ese puede ser el poso que al lector le queda una vez realizada la lectura: el engaño de fondo, la inercia de la política sometida a los poderes financieros, la incapacidad de los que luchan o creen en algo diferente, etc. Este ventanuco no es el lugar adecuado para enhebrar los ejemplos –están por todos los rincones de la novela– que muestran la clarividencia de la autora –en ver lo que ocurre, no en dar soluciones–, que ha manejado la pluma –pequeños errores aparte– con singular pericia y que hasta se ha permitido, de vez en cuando, el estilo refinado de la mejor literatura (p. 204).
Una gran novela.

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