Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

sábado, 2 de julio de 2011

Defensa de la ilustración y, un poco, de la pedantería

Ha sido al elegir algunos libros para las lecturas de unos pocos días, apenas una semana. 
Con mis seleccionados debajo del brazo me he sentado mirando al mar, rodeado de gente que, en buena medida, también lee. A mi lado dos chicas jóvenes leen la una The Daily Mirror, la otra una revista ilustrada inglesa que se llama Glamour. La curiosidad en este caso creo que se puede justificar profesionalmente, de manera que he terminado por chismorrear todo lo que leían vecinos, veraneantes, paseantes.... 


Los dos conserjes del lugar, argentinos, me han dicho que soy el único español, además de una familia de Las Palmas. Mi primera cala ha sido para distinguir idiomas: una mitad de las más de cien agrupaciones familiares –o lo que sea– habla inglés (ingleses propiamente dichos, irlandeses, escoceses....) Otra buena parte habla alemán, con abundancia de suizos y austriacos. Curiosamente no he detectado ni franceses ni italianos, pero sí holandeses y algún ruso (o ucraniano, lituano, etc.), de la Europa oriental. 

Pues bueno, lo que tengo que señalar es que yo solo he visto basura, abundante basura, fundamentalmente revistas de peluquería en cantidades desmesuradas, seguidos de una importante contribución de prensa amarilla (The Sun, The Daily Star....) y periódicos deportivos y, finalmente, algunos novelones típicos que ejemplifican la globalización de la literatura por su parte más ramplona, más previsible, y no sé si voy a ser injusto si enumero algunas de las que he visto: .... (véanse las fotos).
Parece lo más excepcional el par de jóvenes que leen algún tebeo y los irlandeses que se enfrascan en The Irish Independent.

Es decir, todo el mundo está leyendo lo mismo: o nada –las revistas susodichas– o cuatro o cinco historias estereotipadas de mil páginas.... que también, a la postre, es nada: siguen con los ojos a un ejército de hormigas diseminadas en mil páginas picoteando superficialmente la cabeza de cada lector. 
La lectura se inventó para evitar precisamente eso. El mejor modo de anular la capacidad inteligente de la lectura es convertirla en algo inocuo, superficial, casi casi como un reflejo mecánico, cosa que ya se ejerce con resultados satisfactorios mediante la TV y otros sistemas (juegos de ordenadores, por ejemplo; pero también reuniones de departamento, Juntas de Facultad, gabinetes de prensa, periódicos....) que copan el lugar de nuestra imaginación. Emplear o ejercer una tarea embotando o anulando su función es el método más inteligente para anularla.

De manera que he ejercido de pedante ilustrado con mis tres libros, elegidos para combinar sabores: la última novela de Belén Gopegui –le daremos entrada–, la versión de las églogas de Virgilio de fray Luis de León –edición de Ramajo, en Castalia, de la que di noticia– y una nueva edición de todo el teatro de Quevedo en Cátedra, que ha resultado malilla, vaya por dios. Me temo que en mi contexto actual las tres cosas rechinan. Y no es que quiera presumir de ilustrado pedante, es que creo llanamente que todas esas personas serían infinitamente más felices, podrían serlo, si contaran entre sus capacidades las de leer las églogas de Virgilio y la novela de Gopegui, que podrían compaginar con el descanso –casi físico– de hojear de vez en cuando una revista del corazón.


Se trata de una rasgo añadido, una posibilidad más, curiosamente la que solicita de cada uno mejor formación, más reflexión, mayor conocimiento. La más humana.
Ilustración pedante. Sí.

8 comentarios:

  1. Más pedante todavía2 de julio de 2011, 22:23

    Con Ian McEwan te equivocas, si lo metes en el cajón de literatura basura. Y discrepo en lo de la felicidad que dices. EL conocimiento, la reflexión, la capacidad crítica, la sensibilidad, la lírica, etc. no nos hacen más felices, no, sino, si acaso, más tristes.

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  2. Es cierto que no conozco suficientemente algunos de los libros que he visto a mi alrededor; gracias por aclararme lo de McEwan. Y lo de la tristeza.... No creo que el mejor método sea la deshumanización. Tema largo, ¿eh?

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  3. La playa no es buen lugar para leer a los clásicos, porque se llenan de arena. Como mucho, las novelas ejemplares de Cervantes. De niño leía en la arena a Karl May o Salgari. Dejemos las églogas para un cultivado jardín.

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  4. Discrepo, doctor. Creo que la felicidad puede ser que te cuenten grandes historias bien contadas (que en eso entra mucho y no son poco exigentes los adjetivos tan sosos y comunes que uso). Pregúntenle a Cervantes, en todo caso.
    Ah, e incluso creo que eso puede estar en la tele y en el cine.
    Y me voy a buscar Los perros negros de Mc Ewan que es mi preferida!

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  5. ¿Y porque no se pueden producir ambos extremos a la vez?.La literatura -perdonenme mi pacata intromisión- , en mi opinión, es un rincón donde huir y soñar, una vida alternativa que puede crear satisfacción al lector ante el conocimiento adquirido. Aunque posiblemente lo aprendido provoque dudas que se conviertan en tristezas muy humanizadas.

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  6. Por supuesto que una buena novela es no solo entretenimiento para las arenas –como nos dice un anónimo– sino el modo más adecuado para desarrollar la imaginación, con todo lo que conlleva, y avanzar hacia todos los horizontes, por supuesto. Elegí cuidadosamente, sin embargo, el adjetivo "estereotipado" para señalar aquellas ficciones que se asemejan a productos industriales, de confección mecánica, en donde todo está prefabricado, es previsible y anula la imaginación "peligrosa" del autor. Lo que hace este tipo de novela –que ma parece que hoy domina determinado mercado– es anular las posibilidades de la buena novela.
    Gracias a todos. Y al anónimo: los clásicos suelen gustar de todo, arenales, cuartos oscuros y montañas. Una égloga de Virgilio con los pies mojados en la playa es una combinación inolvidable, al menos para mí, que soy muy pedante.
    Yo suelo aconsejar la pedantería en cosas como esa: tiene el sabor de la fruta.

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  7. Es verdad que la mayoría de la gente lee libros y revistas de poca motivación intelectual, pero también es verdad que en esa cala que has hecho hay que tener en cuenta que en período estival la mayoría de la gente prefiere algo ligero para leer. Por cierto, no he leído a Ian McEwan pero por lo que he leído sobre él, me ha sorprendido que le incluyas en esa lista. Feliz verano.

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  8. Para no confundir al lector, y después de reconocer mi error, he suprimido en la entrada el nombre de Mac Ewan y, en voz baja, hoy por la mañana, me he comprado una novela suya para la próxima playa, pues obviamente no lo he leído.

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