Una semana de algo parece que hay en el Retiro, lo he visto anunciado hoy por la mañana; pero lo que más me llamado la atención ha sido la pulcritud del parque, que se repartía a partes iguales la limpieza y cuidado de los jardines y las tareas naturales de una primavera desordenada, como suelen ser todas las cosas bonitas –y espero que esto no lo lean gentes proclives al desorden– una naturaleza que compone cuadros sorprendentes con su caprichosa manera de ser: floraciones espléndidas de los frutales silvestres y de los "quercus", apatía de los chopos y, en cierto modo, de las acacias; desmayo de los muchos magnolios que este año se han plantado –los de flor temprana–; en cierto modo desorden entre hermanos, pues si muchos castaños ya se han empingorotado con las pirámides flores, otros andan remolones porque no les gustaba demasiado el sitio que ocupaban....
El mejor aprovechamiento de la pulcritud ha sido el de las plazoletas, el medio centenar –o más– de placitas que se abren a cada paso, con unos cuantos bancos y, a veces, una escultura irrelevante en medio (como la de esa dama de piedra-piel blanca que se acuesta en una de ellas). Muchas de esas placitas sirven para "estar", que es una cosa que se
hace cuando uno suspende momentáneamente "vivir" –otra cosa distinta, que se hace constantemente– y acompasar entonces el ritmo al de la hierba, los árboles, las plantas.... Puede uno leer y ponerse cascos de música; pero más bien como pretexto, para que el jardinero o el vecino que bajó a pasear el perro no se crea que es un rincón de melancolía. Es para "estar". Es verdad que cuando uno "está" no puede evitar que vengan imágenes y se sucedan escenas, pero entonces no suelen ser tan dañinas como cuando te pillan "viviendo": en esa estadía son inocuas, pertenecen a una esfera distinta.
hace cuando uno suspende momentáneamente "vivir" –otra cosa distinta, que se hace constantemente– y acompasar entonces el ritmo al de la hierba, los árboles, las plantas.... Puede uno leer y ponerse cascos de música; pero más bien como pretexto, para que el jardinero o el vecino que bajó a pasear el perro no se crea que es un rincón de melancolía. Es para "estar". Es verdad que cuando uno "está" no puede evitar que vengan imágenes y se sucedan escenas, pero entonces no suelen ser tan dañinas como cuando te pillan "viviendo": en esa estadía son inocuas, pertenecen a una esfera distinta.
Pulcro, tranquilo, el Retiro hoy.
Un arte
ResponderEliminarNo es difícil dominar el arte de perder;
hay tantas cosas predispuestas
a perderse, que su pérdida no es un desastre.
Pierde algo cada día. Acepta la inquietud de perder
las llaves de las puertas, las horas malgastadas.
No es difícil dominar el arte de perder.
Luego intenta perder más, más rápido:
lugares, nombres, y la etapa siguiente
de tu viaje. Nada de eso será un desastre.
Perdí el reloj de mi madre. ¡Y mira! desaparecieron
la última o la penúltima de mis tres queridas casas.
No es difícil dominar el arte de perder.
Perdí dos ciudades entrañables. Y un inmenso
reino que era mío, dos ríos y un continente.
Los extraño, pero no ha sido un desastre.
Incluso perdiéndote a ti (la cariñosa voz, un gesto
que amo) no habré mentido. Es evidente
que no es difícil dominar el arte de perder,
aunque pueda parecer (¡escríbelo!) un desastre.
Elizabeth Bishop
¿Por qué no tenemos que leer esto los desordenados? Si me prometen que puedo ir en este momento a pasear por el Retiro, juro que ordeno mi escritorio.
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