Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

lunes, 29 de junio de 2015

Un lugar sin límites, y el teatro actual

Voy siguiendo, con el tiempo que puedo, las actividades que prolongan casi naturalmente lo que ha sido mi quehacer, mi vocación, mi trabajo, etc., en su mayoría pertenecen al ámbito cultural, lo que para mí significa que desarrollan las facultades humanas de acuerdo con las circunstancias históricas, sin renunciar a las que ya nos pertenecen –por nuestra tradición y por nuestro contexto. Dicho en términos actuales y clasificados: teatro, poesía, relato, arte, música....
Lo que se llamaba teatro es una de ellas, un espacio "sin límites", como dice la cartela de lo que nos está presentando el Centro Dramático Nacional, y que como tal se empezó a usar desde finales de los años sesenta del siglo que se fue. Hierve en estos momentos, porque sobre las tablas de un teatro han venido a conjugarse otras muchas actividades, desencajando los géneros tradicionales, al tiempo que se enriquecían con el avasallador avance de la técnica (luces, sonidos, efectos dimensionales, etc.)
Mi hijo, con quien asistí,
me tomó la foto; bueno.
Quien asista a un espectáculo –noten ustedes con qué cuidado voy sorteando el palabro "evento", todavía asido al recuerdo de Antonio Machado– de este tipo ha de ir preparado a recibirlo de manera peculiar. Los espectadores del CDN,  burguesía media, publico cultivado en algunos casos, jóvenes teatreros en otros, asistieron impávidos a una primera parte en la que sobre un escenario escueto y en una penumbra de va y viene, se trasmitía por pantallas "led" en cuatro idiomas distintos (faltaba el chino mandarino y el árabe irakí, ¿eh?) un curioso texto, cargado de gracia e ironía, que en definitiva contaba una historia sobre la rutina del tiempo y el vacío de la existencia, que mueven los hilos de las clases privilegiadas. 
No me cabe ninguna duda de que con esa representación se "rompen las expectativas" del público y que, en casos, puede impulsar a la reflexión sobre lo que el teatro puede o no puede ser. El triunfo de la libertad, que así se llama el guión (de La Ribot, Juan Domínguez y Juan Loriente) puede provocar otros muchos efectos no deseados también, aunque esto no parece que se lo hayan planteado los autores de la "pieza escénica", que incluso se han hurtado a la función "didáctica" o "transformadora" del teatro. El paso siguiente –ya se habrá dado– es el de la libertad que significa la nada y la muerte, lo que podría ser una sala oscura, el silencio y una hora de incertidumbre.



Hacía un ruido, de María Salgado y Fran MM Cabeza de Vaca, que ocupó la segunda hora, después del descanso, se elaboró con otro planteamiento, en el que parece haber predominado la función docente, pues en varias ocasiones, los dos actores-autores, hacen pausa y explican al público lo que están haciendo. Notable acuerdo, para que la crítica no hable luego del sexo de los ángeles, o para que no se desvirtúen sus intenciones: las de recoger el desbordamiento de la ciudad moderna, con su ininteligible ruido de fondo –que debe de ser interpretado con ese significado precisamente: 'somos el ruido ininteligible de la ciudad'– y el caudal de "frases que pasan" continuamente –maravilloso hallazgo, claro– unas veces cargadas de sentido, otras de emoción, otras absurdas.... María Salgado es la encargada de atrapar parte de ese caudal desbordante de frases y de jugar con ellas para desentrañar lo que puedan significar o para intentar usarlas como motivo esclarecedor de algo de lo que somos y lo que hacemos. Es curioso, el párrafo anterior lleva indudablemente a lo que en nuestra tradición es un poeta; pero su contexto en el CDN y con todo el aparato alrededor nos aboca a lo que es poesía en junio del año 2015 en Madrid. ¡Cambian texto, música, voceado, todo... he leído en algún momento! Claro, la poesía vive, como nosotros, arrimada al tiempo y logra –al menos en este caso– no quedarse anclada a los yertos sentimientos universales de la tradición. Y no es que no existan, de vez en cuando, escuchando los prodigiosos recitales de María, como si fueran letanías, que se escapan confusamente de vivir y ver al texto, el espectador sabe que por detrás anda lo que otras veces hemos llamado miedo, amor, soledad, pasión, tristeza.
Hacía un ruido da para muchas más reflexiones, si eso es lo que se ha pretendido; pero serán de otro lugar, o quedarán en las consideraciones del espectador atento, que habrá conjugado la dureza (ellos la llaman "opacidad") del mensaje urbano, el engaño continuo, con todas aquellas inmensas zonas que la mercancía ha invadido,  la dificultad de asir en medio de ese desbordamiento de ruidos las frases que todavía pueden decir lo que importa, la búsqueda en lugares inhóspitos y marginales de algunos residuos, para que triunfe la libertad.

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No haría justicia a esta breve anotación si no refiriera, primero, el conglomerado sonoro del compositor, la estridencia cabal que jalona la representación, como un telón deforme de nuestra propia vida, a la que asistimos, del que no nos podemos excusar;  y segundo, la emergencia de vez en cuando de la voz de María, atropellada, desbordada, confusa, atrapada en su universo de palabras, sin saber qué camino seguir, pero a veces en contraste –María dice muy bien, se diría que es una excelente filóloga– con la música, para que el espectador quede también atrapado en ese resquicio de frases que pasan y pasan por delante, que nos desbordan.

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