trabajo frente al valle de Santalla,
he preparado fuego por si llueve
y el sol de abril la niebla no levanta.
Cruza el halcón a veces, navegando
la ribera, el valle, la nube, la montaña;
mis ojos lleva allí donde se pierde
y todo queda aquí cuando se marcha.
El cedro y el ciprés y la secuoya
han fijado el paisaje en la ventana
y ven el horizonte de los vientos
la lejanía donde ya no hay nada.
¡Recuerdo que en el arce tanto puse!
El de las hojas frágiles doradas.
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