Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

domingo, 10 de abril de 2011

Sexo y prostitución

El tema de la prostitución estaba en mi cartera, sobre todo desde que asomó a propósito de otras cuestiones. Sé que debe ser tratado con prudencia, precisamente porque de la buscada confusión de términos y otras manipulaciones surge la fácil postura condenatoria; en realidad se intenta referir todo a generalidades, desde las que se mezclan unas y otras cosas para concluir de modo interesado, sin hacer distingos. Y además, el tema prostitución anda contagiado –y nunca se curará– del tema de la sexualidad y de su realización: apunta el de la sexualidad a la condición animal (no es peyorativo), apunta su realización al devenir de las ideas sobre el hombre, la sociedad y su formación. ¡Qué mezcla!
Recuerdo que una primera desviación de la doctrina condenatoria general me vino cuando vi la abnegación de todos aquellos que dedican parte de su vida a combatir las carencias de la condición humana, y particularmente a determinadas actividades propias de ayudantes sanitarios, enfermeros, médicos, asistentes sociales, etc. Todos ellos se ganan la vida con tareas que, en muchos casos, exigen habérselas con enfermedades, carencias, dolor, maldad, etc. Y lo hacen. Frente a los que realizan voluntariamente esa actividad como modo de hacer funcionar su vida y su contexto social, puede haber personas que realicen actividades que busquen no aliviar el dolor o la enfermedad o la carencia, sino provocar el placer, la delicia, el desahogo.... Así enunciado, pocos habrá que se atrevan a condenar a los que han elegido voluntariamente –y quizá con menos resistencia o repulsión– cuidar las carencias de placer de sus iguales.
Es en esos momentos cuando se añaden argumentos nuevos:
1º) los que así obran lo hacen obligados. ¿Eso es cierto? Condenemos, por tanto, a los que se les obliga a ejercer la medicina, la cura social, la prostitución.... Ocurre, sin embargo, que el término “obliga” es vidrioso. Creo que a los vigilantes que pasan más de ocho horas en el sótano 3º de un aparcamiento  –verano o invierno– obligarles, obligarles nadie les obliga, y vocación exactamente para ese trabajo no creo que tengan, ni en ese caso, ni en miles de casos más. Sencillamente hacen lo que pueden en el mundo laboral y social en el que sobreviven. El término “obligación" depende de complejas circunstancias histórico sociales, que se deben de analizar cuidadosamente.

2º) No es lo mismo, he oído argüir en otros casos, realizar una tarea o trabajo –hospitales, centros asistenciales, trabajo con deshechos, con material peligroso, etc.–, por negativo que sea, que realizar un trabajo en el que se pone en juego la “intimidad” propia (la ajena no cuenta, porque quien solicita ese tipo de trabajos quiere que lleguen a la suya). Nuevamente el problema tropieza con otro concepto vidrioso, el de “intimidad”, un santuario que sabemos cómo se fue forjando históricamente, cómo se desarrolló al mismo tiempo que las civilizaciones burguesas, como se sacralizó.... Y cierto es que no podemos tratar como objeto inocuo algo que ha alcanzado históricamente el carácter de logro de la civilización (sociedades modernas), que a veces lo ha convertido en altar intocable (su sanción religiosa); antes de destruir ese estado de cosas habría que cambiar la urdimbre de nuestra estructura ideológica, la alcanzada, la lograda, la sacralizada o la consentida, lo mismo da.

3º) A estas alturas de la argumentación, dos cosas pueden quedar fijadas: sea la primera que estamos hablando exclusivamente de aquellas personas que individualmente optan por entrar en ese comercio sexual, no de aquellas a las que por medio de un chantaje o imposición directa se le está obligando a esa conducta. Resolver esa situación ha de ser tarea, finalmente, de carácter policiaco, social y judicial; de la misma manera que cualquier otro tipo de esclavitud. Y segunda cuestión: hemos entrado en terreno histórico, en donde los conceptos básicos no son dogmas, sino resultado de juegos ideológicos muy complejos, que definen, en cada caso situaciones individuales.
4º) No cabe, por tanto, hacer funcionar como lema único el paraguas general, y dejar que ese paraguas lo empuñe un conservador, un calvinista, un anarquista, un naturalista.... Una vez más –era de esperar– la definición e interpretación (y no digamos la valoración) de la conducta sexual que lleva a la prostitución ha de ser considerada a partir de un conjunto de elementos variables, delicados, cambiantes, que como las nuevas teorías de la física sobre materias mínimas, se asocian de manera inextricable para ocasionar una conducta, sea reaccionaria, sea progresista, sea misteriosa.

5º) En toda la parafernalia conceptual que precede han aparecido –pero no con el subrayado que se merecen– dos aspectos fundamentales: el de la mercantilización y el de la graduación de la apertura sexual. Es evidente, en el primer caso, que el imparable y moderno proceso de mercantilización de todo hace mucho que llegó a las conductas sexuales y las mueve y las orienta. Muchas damas abren su conducta sexual a campos íntimos no por “obligación”, sino para logros que socialmente no conseguirían sin el dinero. Muchos varones hacen uso –directo o indirecto– de ese mismo poder para logros sexuales que no alcanzarían de modo más individual y simple (el poder, la fama, etc. cumplen el valor del dinero). La veta mercantil introduce, por tanto, un argumento muy sólido, nada desdeñable, a veces determinante, sobre las conductas de las gentes; y esa veta se remonta a sistemas de producción con estructura ideológica, que no se despachan de un solo plumazo (por ejemplo: toda las conductas sexuales fuera del matrimonio son perversas; todas las perversiones sexuales son reprobables; todo comercio sexual es innoble....) 
En cuanto a la graduación de la conducta sexual, no voy a terminar esta sencilla y humilde entrada haciendo distingos en las páginas de publicidad de los llamados “contactos” entre lo que es masaje, griego, beso negro, tántrico y demás curiosas variedades; pero es evidente que cada persona gradúa el tipo de “intimidad” que vende, cambia, compra o permite.


Esta entrada hubiera debido conectar con el abate Marchena, cuya invención de un fragmento del Satiricón la había provocado, y cuya conducta estaba en consonancia con su actuación histórica, desarrollada, finalmente, en un momento histórico en el que las ideas naturalistas –Rousseau al fondo– corregían para bien el triste triunfo de la castidad.
Y como tantas veces cuando hablamos y pensamos, no se trata de resolver sino de reflexionar: la historia nos da datos y secuencias, no se trata de llegar a una solución, sino de intentar que esos datos no se tergiversen. 
Las ilustraciones, que no pueden ser retratos de Rousseau, servirán para medir el grado de intimidad que cada uno conserva y dónde empieza a sentirse invadido y donde no. Yo aconsejo, sinceramente, que se sea muy generoso a la hora de invadir y ser invadido.




4 comentarios:

  1. La complejidad de los terminos usados hacen que la lectura del conjunto de palabras que forman el articulo escrito, un aburrimiento incomprensible, pretencioso e incomprensible.

    algo asi como lo que escribi arriba se siente al leer tu articulo

    Algunas veces menos es mas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo he vuelto a leer buscando palabras "incomprensibles" o "complejas" y, la verdad, no veo tanta complejidad; quizá la seriedad con la que he intentado tratar el tema, que no parece interesarte anónimo, ¿no?, y lo quisieras tratar de manera más breve. Hay muchas, millones de páginas que se pasean por este tema.... Has elegido mal.

      Eliminar
  2. excusa para poner fotos porno de las menores

    ResponderEliminar
  3. Dejaré el comentario, pero no veo menores; en cuanto a la excusa, no la necesito.... Es curioso, Pirugenia, has comentado dos veces en este blog, la primera a partir de una reseña negativa de un libro de dos profesores de la universidad de Navarra, la religiosa; y la otra ahora, sobre una página que lleva más de año y media colgada.

    ResponderEliminar