Santalla visto desde Malde, al amanecer |
Como corresponde a finisterre, le cuesta mucho a la luz de la tarde desaparecer por el horizonte, de manera que a las once de la noche –y durante estas fechas– todavía hay luz detrás de las montañas por donde se va el carro del sol. Por el contrario el juego de neblinas y luces del amanecer va tiñendo todo el paisaje muy tarde, hacia las ocho y media de la mañana es tal y como aparece en las dos fotografías. Los sabedores de textos clásicos se acordarán de Hesiodo (Teogonía), Homero y otros textos posteriores en los que se habla del camino Heracleo y uno de los últimos trabajos de Hércules, es decir, el que discurría desde Italia, siguiendo el itinerario del sol –la vía Lactea– hasta el finisterre. Allí Hércules derrota a Gerión y le roba el ganado. Ese va a ser, debidamente cristianizado, y también adaptado por los celtas, el camino de Santiago o el camino de San Andrés de Teixido, que yo voy a hacer detalladamente dentro de un par de semanas.
El caso es que amanece tarde en Finisterre y Helios asoma muy lentamente. En cuanto lo ha hecho he salido a ver algunas de las flores silvestres nuevas que el rocío ha dejado abiertas al sol. Así las florecillas de la madreselva, que ya han comenzado a bailar; las del granado, que aquí no logran el fruto –por falta de calor, posiblemente–; esa merendera montana morada (es posible que algunas de mis identificaciones anden algo desviadas, utilizo además bibliografía gallega); las bocas abiertas de algunas variedades de “Ophrus”; o las muchas que terminan con flores violetas (silybum, galactites, serratulas, cirsium....) a modo de estrellas o milanos....; curiosamente, mucho hay que acercarse y observar entre matorrales, cultivos, etc. para encontrar estas pequeñas catedrales florales, que cuando se consiguen observar bien, muestran la maravilla de sus caprichosas perfecciones coloreadas.
Hércules ha derrotado a ese perro de dos cabezas (Ortro, es el que cuida el rebaño de Euritión = constelación de Canis major) y ha llegado a Orión (el monstruoso gigante Gerión, que vivía en la isla de Eritía) y también a su dueño, con ayuda de un pastor (Menecio). Nos hemos quedado sin estrellas. Vuelvo a entrar en casa con una cesta de flores silvestres. Si me hubiera visto la vecina del lugar que hace unos trece años me vendió la casa, hubiéramos hablado de para qué sirve cada una. La primera vez que me ausenté y dejé la vieja casa más o menos cerrada, vino a despedirme con una rama de olivo y me dijo:
–Y no te preocupes, que ahora, cuando te vayas a Madrid, voy a poner esta ramita de olivo debajo de la puerta de entrada, para que todo vaya bien. Y así fue.
Nunca dejo este blog sin saber algo que no sabía. Como diría Juan Villarino (acrobatadelcamino.com), buenos caminos hacia San Andrés.
ResponderEliminarlamento pasar con tan poco tiempo. amenazo volver.
ResponderEliminarsaludos.