Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

martes, 23 de agosto de 2011

El camino (inglés) de Santiago




Por fin hoy, con las lluvias, he intentado hacer el doble camino inglés de Santiago, que así se suele llamar porque quienes de Inglaterra venían, en barco, desembarcaban en alguno de los grandes puertos del norte de Galicia, normalmente Ferrol o Coruña, para luego caminar por la costa hacia Santiago; se suele añadir que luego no se volvían –como otros muchos peregrinos– sin visitar Finisterre, es decir, sin intentar alcanzar el extremo ­–alguno de los extremos– de las rías altas, lo que les llevaba a Cabo Prior, el extremo norte de la ría de Ferrol, o a San Andrés de Teixido, el extremo de la ría de Cedeira: si por allí se iba cada día el sol, que luego reaparecía por oriente, después de su viaje nocturno, renacido, el viaje significaba algo como ir al lugar donde todo se acaba, un modo de acercarse al final de la vida. No es extraño que de tales experiencias y en aquellos lugares surgieran continuamente leyendas, creencias, supersticiones, que con el tiempo se fueron adaptando a su formato cristiano, por más que megalitos, castros, petrigrafías, etc. documenten inequívocamente que en aquellas tierras la desaparición del sol por el occidente fue siempre uno de los mayores misterios. De hecho una mitología semejante recorre todas las costas del occidente europeo, pasando por Bretaña, Escocia, Islandia, Noruega, etc. Tenemos los mismos dioses con diferentes nombres.


La leyenda de San Andrés de Teixido está estrechamente vinculada a ese misterio y a esas creencias, y sobre ella convergieron –como ya expliqué– mitologías de los pueblos primitivos, de los romanos, medievales.... que han terminado por mezclarse de modo tal que solo una lenta y paciente reconstrucción histórica –con documentos en la mano– podría desenredar esa madeja. Nótese, por ejemplo, que hasta elementos de las leyendas artúricas están presentes en la historia de localidades como Cedeira o Valdoviño. Muchas calles de la primera llevan nombres asociados a la leyenda de Lanzarote del Lago (del lago Frouxeira podría ser).

vista de la costa desde el faro Frouxeiro (obsérvese la ermita)
Muy, muy mezclada leyenda, historia, creencias, religiosidad.... De manera que el viajero ha optado por, después de empaparse de papeles, ir a todos esos lugares y ver al menos el escenario, que puede que no haya cambiado mucho.
Ha cambiado mucho el escenario. No he podido recorrerlo limpiamente, ni siquiera con el texto descriptivo y seco de fray Martín Sarmiento, que lo recorrió a mediados del siglo XVIII. Toda la zona se ha convertido en una próspera región de veraneantes o residentes que han derramado casas, fincas, pazos modernos por todos los lados. Galicia –al menos esta– no es una región deprimida y triste, sino deseada y privilegiada para quienes todavía buscan clima suave, tranquilidad quizá, naturaleza, lejos de los desiertos de cemento que han destrozado todo el litoral mediterráneo. En algunos casos la región es un museo privilegiado para alguna época, por ejemplo, Ferrol lo es para apreciar la elegancia arquitectonica del siglo XVIII, pareja a la tan olvidada de Madrid (Palacio Real, Salesas, San Miguel....) A ver si me da tiempo a ilustrarlo.

Capella de Santa Margarida
El viejo camino pasaba por la Capella de San Cristobo, Doñinos, Capilla de Santa Comba, Pena Molexa y Pena Lopesa, Capilla de Santa Margarida, Capilla del Buen Jesús, Santiago del Lago, San Pedro de Loira –allí se unía con el camino interior, que arrancaba del monasterio de Xuvia e iba por el Monte de Nenos, para luego buscar la capilla de Lineira, Porto do cabo y pasando por Piñeiro y la capilla de San Roque (en Reboredo) alcanzar San Andrés, en donde confluía con la otra que, a partir de Valdoviño, seguía cerca del mar bordeando Pantín e iba, por Cedeira, por mi casa,  Regoa, la Sierra da Capelada y también San Andrés, en donde les esperan las barcas que les lleven al más allá. Pero ese es otro cantar.
Es difícil encontrar las huellas del viejo camino entre tantas casas lujosas: muchas veces, además –y lo he comprobado– se recuerda el “aquí estuvo”. En los momentos más interesantes, por ejemplo en Val, unos indicadores –flechas verdes– te invitan a un recorrido etnográfico e histórico que no suele llevar a ningún lado, sino campo traviesa.

Pazo Libunca
He dudado si seguir puntualmente el camino en este breve relato o indicar lo más sustancial. Y al final he resuelto por indicar, en entradas breves, lo esencial, para resumir en alguna otra entrada –ayudado de mapas y gráficos, que voy a reproducir ahora– el itinerario. Y así, de todo lo que hoy he visto: Valdoviños, Lago, Meirás, el faro punta Frouxeira, Val, Santa Margarita, Pazo Libunca, etc. lo que más me ha impresionado ha sido el escenario natural de punta Frouxeira –el más septentrional de la península que sale encima de Ferrol, donde se ha levantado recientemente un faro –que es claramente una versión moderna de la Torre de Hércules, romana, de la Coruña: la vista de acantilados y mar es casi dramática, con Meirás y sus playas a la izquierda, y con el lago Frouxeira y la playa de Lago –inmensas dunas– a la derecha. Todo aquel paraje estaba prácticamente desierto (alguna caravana perdida), pero había restos de enormes construcciones en piedra –¿castros?– al lado del faro y se levantaba una pequeña ermita a lo lejos, encima de alguna de las calas. No sé si era la “ermida do porto” u otra, pues no pude llegar a ella por ningún camino.

Cruz, donde estaba la "Pena embade" 
Al otro extremo de estos espacios naturales –y en pleno camino de Santiago– he visitado el Pazo Libunca, que en algún lugar había leído que tiene un jardín botánico. Me he encontrado con una casa grandota de aire modernista (es de 1920, del catalán Juan S. Roig), decorada generosamente con buena cerámica de Talavera –con tipos gallegos– y con un jardín, bien, hermoso por un par de árboles –entre ellos un enorme texo–; pero nada más. Toda la zona, en lo que es alojamientos –hoteles, restaurantes, etc.– parece estar muy de capa caída. El Pazo es un hotel de cuatro estrellas, que quizá no tenga los alicientes que el turista actual busca y que, por otro lado, no tenía abierto el restaurante ni lunes ni martes; y había que irse a comer a Narón o a Ferrol. Y allí al lado se anunciaba “la pena de embade”, que hubiera debido ser algún tipo de megalito; pero allí solo había una cruz –la de la foto–, que además debe de ser relativamente moderna (¿del siglo XVIII?). Eso sí, cerca, en Ancos, Revolta, Vicos.... restos de castros antiguos, es decir, de agrupaciones auctóctonas –no necesariamente celtas, desde luego–probablemente anteriores a las colonizaciones romanas.



He recogido mucho material de todo tipo: documental, fotográfico, botánico, humano.... que quizá aproveche en otras entradas, por ejemplo hortensias sumamente oscuras (las de las fotos) y la hermosura de los valles de Val, en donde niebla y sol se disputaban el día. 
Me gustaría tanto que San Andrés me llevara en su barca de piedra....


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