Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

miércoles, 17 de agosto de 2011

Árboles a los que les cuesta morir


LA FLOR DEL ESTRAMONIO

Muchos, bastantes son los árboles que no saben morir fácilmente, y que rebrotan una y otra vez y, si al cabo descuidas la tala o no acudes a remedios más sofisticados –químicos– se rehacen poco a poco y terminan por reaparecer cada vez más fuertes y lozanos. Sé que son muchos; a mí me ha ocurrido con el estramonio o datura, cuya es la flor –venenosa– blanca, perfumada, redicha, a modo de trompeta, que gusta de la humedad. Y de ese cariz la higuera, el acebuche, el laurel.... y sobre todo el saúco (hay dos variedades que crecen aquí, de fruto negro y flor blanca la más frecuente), que es incansable en resistir los ataques del jardinero y desde sabe dios qué raíces envía sus ramas leñosas y esponjosas, de un verde muy claro, al aire. Era un árbol sagrado –mágico– en estas tierras y servía para la preparación de ungüentos, pócimas y medicinas, según cuenta prolijamente Font-Quer. No lo veo, sin embargo, en parques, zonas urbanas y jardines; sí en caminos rurales, campos, etc.

LA HIGUERA REBROTA
EL SAÚCO REBROTA EN MEDIO DE LA VEGETACIÓN




Este año he decidido parar las podas sistemáticas, excepto en aquellos casos que su crecimiento fuera a dañar a otros árboles o a cargarse algún elemento vital para el lugar por otras razones (el acebuche, verbo y gracia, tapa un par de ventanas, de una zona que necesita respirar). Como si me hubieran oído, estramonio e higuera se han lanzado al aire y han fructificado rápidamente. 



En esta entrada va la segunda flor que ofreció el primero de ellos y una rama de la segunda. La primera flor se pudrió rápidamente con las lluvias; y en cuanto a los higos, no están maduros, pues de lo contrario vendrían todos los pájaros del valle a comerlos, y todavía no los hay picados. 


Eso lo he observado hoy mientras recogía una notable cosecha de avellanas, de dos tipos, redondas y alargadas –en forma de bellota– que he secado primero y que voy guardando en frascos y envases para regalar a los amigos madrileños. Volveré a la corte antes de que las castañas maduren; esas son para el jabalí, que anda arruinando maizales estos días, para desesperación de los labradores.
Acebuche (las flores son las del heliotropo que crece debajo)

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