Antes de partir quiso lograr algo
que alcanzara a decir lo que sentía,
aquello que al final siempre quedaba,
lo que al trazar las notas se perdía.
Se sumió en un ascenso tan profundo
que a la vez le inspiraba y suspendía,
cegó la luz y descendió al silencio
que un anhelo de voz ya consumía.
Despojado quedó de cuanto amaba,
despojarse logró de cuanto había;
en la noche trazó la oscuridad
lo que iba a ser quizá la melodía.
Descansó. Falleció. Pocos se acuerdan.
A ocho voces dejó el “Ave maría”.
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