Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

sábado, 2 de octubre de 2010

Tesis doctorales: final de serie

El próximo mes se defenderá en la UAM la última tesis que he dirigido, sobre Trilce, de César Vallejo, una extraordinaria indagación de sus raíces peruanas trasplantadas al París de las vanguardias, realizada concienzudamente por Marta Ortiz Canseco. Hace muy poco, unos meses, presentó y defendió la suya Pedro Rojo Alique, profesor de IES y uno de los investigadores sobre quien descansan las tareas del grupo de investigación de la BNE. Pedro terminó por confeccionar un Catálogo Bibliográfico de manuscritos e impresos del siglo xvii con poesía de Góngora, pilar que nunca se terminaba por fijar. "Al volver la vista atrás", creo recordar que la primera tesis que dirigí fue sobre la obra narrativa de Luis Goytisolo, ¡en Granada, en 1979!, por el hoy doctor J. Ortega, venido expresamente de Estados Unidos para defenderla. Cuando de allí me fui, ese mismo año, a mi destino de Madrid, dejé otra terminada sobre Las Flores de Poetas Ilustres, que luego se publicó, y en 'estado latente' (la cita es de Lapesa) a la valiosísima tesis de Remedios Morales Raya sobre los romances de Quevedo, que se defendió años más tarde y que, a pesar de mi insistencia, no se ha publicado más que a fragmentillos. Quedaron además una serie de trabajos, de los que incluso ya no me acuerdo de sus vicisitudes académicas, para hacer el inventario de bibliotecas de Jaén, Málaga, Granada... Al menos el de Granada se ha publicado.

La remontada viene a cuento porque he decidido no dirigir más tesis: el periodo académico que me queda apenas alcanza a los cinco años –tiempo medio de las tesis– y no quisiera dejar doctorados nuevos en ese momento, a disposición de la jauría académica de la Universidad Autónoma de Madrid, en donde es tradición consagrada que ninguno de mis doctorados asome, quizá porque sus curricula, sobre todo al terminar estudios, superan ampliamente a los de los bendecidos. Y puedo decirlo así, porque puedo documentarlo, claro. Aparte de que este menda lerenda y el grupo que dirige son, dicho con la mayor sencillez, quienes mayor cantidad de publicaciones han realizado con pie de imprenta "Universidad Autónoma de Madrid" (más de cuarenta volúmenes). Y no están en almacenes, sino en las bibliotecas de todo el mundo.
No era de eso de lo que quería hablar –la queja sale incontrolada, a veces– sino de la treintena de tesis que han ido jalonando mi vida académica y que me han enriquecido tanto o más que a mis doctorados. Recuerdo las tesis sobre Tirso de Lola Montero; sobre Lope de Vega, de Delia Gavela o de Martínez Comeche; sobre Cervantes, de José Montero; sobre el conde de Salinas; las quevedianas de Manuel Urí e Isabel Pérez Cuenca; la de la imprenta en Cuenca de Paloma Alfaro... Casi todas terminaron en publicación, incluso alguna, como la de Pérez Cuenca obtuvo –por petición formal mía– el premio Nacional de Bibliografía; o la de José Montero, otro premio de la RAE. La de Pérez Cuenca se publicó por Ollero, aunque sin la hojita prologal que me habían pedido y sin alusión alguna a la tarea dirigida, lo que se remató con mi desaparición incluso como "persona". No suele ser lo normal. 
Autógrafo de Quevedo

Me estaré olvidando de algunas, porque ya no debo citarlas minuciosamente en informes académicos vacuos. Se me olvidaba, por ejemplo, la tesis de una de mis mejores discípulas –y a ella me atrevo a colgarle el San Benito–, la de Mercedes Sánchez sobre el epistolario de Quevedo, también premiada por la Real Academia Española, y publicada (en Calambur).
Quedan, vuelvo a citar a Lapesa, 'en estado latente' un puñado de trabajos en marcha y las últimas que hemos proyectado, entre las cuales estoy seguro de que se terminarán las de David López del Castillo sobre Cristóbal de Castillejo, bastante avanzada y bien trabajada desde los fundamentos textuales; la que ha empezado Víctor Sierra con el códice Daza, el autógrafo de Lope; Víctor se ha declarado investigador nato y los pasos que está dando son de una contundencia que solo el trabajo vocacional bien hecho permite. Por otro lado, Diana Eguía –esfuerzo, pasión, entusiasmo...– ya domina el campo de los autógrafos de Quevedo, tema de su tesis, que ya ha defendido públicamente al menos en un par de ocasiones (congresos, reuniones, etc. Esta semana lo hará en Nápoles). 

Me hubiera gustado dirigir alguna tesis sobre Métrica... Por cierto, entre las primeras, aquellos inmensos mazacotes encuadernados en cartulina, hasta las últimas (la de Pedro Rojo), además de por perspectivas y contenidos, se ve que el tiempo ha pasado también por el formato: Pedro nos dio –además del volumen– un dvd con toda la tesis y un maravilloso juego de ilustraciones. 
Espero que María, Sergio, Javier, quizá Ana.... terminen su camino de formación y lo culminen felizmente, de manera que la poesía de Aníbal Núñez, aspectos de la literatura germánica, las jácaras de Quevedo, Santa Teresa... se beneficien de su buen hacer. No todos pueden realizarlo en el tiempo y con las condiciones requeridas; en estos casos, como en todos los de nuestra frágil condición humana, se cruzan los trabajos, las familias, la subsistencia. Y a veces se cruzan aspectos más complejos y profundos, como le habrá ocurrido a Pablo Moíño, el bien amado por todos, que decidió una travesía distinta, con la tesis prácticamente terminada, a pecho descubierto, por otros mares, quizá sin saber que la que ya ha hecho cuando con nosotros estuvo cumplió su misión perfectamente y nos dejó colmados y agradecidos.


5 comentarios:

  1. Unos acaban, otros empezamos. Pero lo apasionante es el camino...

    ¡Saludos desde Milano!

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  2. No sé si irá por usted el anterior comentario pero ¡recuerde que usted no acaba nada!, ya lo comenté una vez ... ¡que le está empezando la nueva vida!, eso sí, aún desconocida.
    Se lo digo por lo que escribe en sus pantallas, tengo la impresión de que es así.
    Lo que se desconoce es lo más emocionante, aunque da miedo.
    Lo más divertido son los cambios en la vida y para mejor, para divertirse más, para no estar obligado a cosas, para no ser más esclavo de tonterías, para poder mirar sin enfocar a nada y disfrutar del mirar...
    Como siempre está tan inspirado, ojalá que un día nos relate la ventaja de los cambios que dan tanto miedo.
    Un día muy casual de encuentro, ni se acordará, le dije que cumplir años da cada vez más tranquilidad y libertad.
    Sus nuevos versos de octubre, casi de los más bonitos de este cuaderno, dicen que no sé sabe dónde va todo ... pues diviértase a partir de ahora en descubrirlo.
    También es un rollo conocerlo todo de antemano. Si fuera así, los lectores tendrían menos poesías.
    ¡Y encima se va a Palermo, qué envidiaaaaaaa!

    Libra

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  3. Libra, yo no sabía que se iba a Palermo. Claro que me salto mucho. Solo leo la poesía...que no tengo tiempo, vaya.

    Pero lleva mucha razón, no habría poesía amorosa si no fuera por la incertidumbre y la ausencia y el rechazo. Por eso que yo no he escrito ni un poema desde los veinte!

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  4. Gracias, Pablo, por el San Benito ¿sambenito?. Lo llevo con mucho orgullo, como bien sabes. El mejor maestro, el mejor.

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  5. Anónimo-libra, cómo me voy a recordar de nuestro encuentro si no sé quién es. Voy a respetar eso y lo que cada comentarista diga. Me felicito porque nunca he suprimido un comentario de nadie.

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