Porque Enrica Cancelliere es una gongorista que se ha atrevido a traducir el Polifemo de Góngora al italiano –recuerden la hazaña de Robert Jammes– y no tiene la enemiga de hace cuatrocientos años contra Quevedo, hemos hecho unas migas preciosas, que pasan por arroces, calabazas y Guido el Boloñés. No pasa nada si ustedes por el momento no entienden de qué va todo.
La parte que dicen seria afecta a los sonetos que don Francisco escribió al Duque de Osuna, que han sido objeto de comentario por parte de Enrica; uno de ellos se refiere al retrato que pintó Guido Boloñés. La parte ignominiosa se refiere a que yo no había podido saber de qué retrato ni de qué autor se trataba, cosa que ha empezado a aclararme Enrica y que, junto a la identificación de la autoría del busto de Quevedo de la Biblioteca Nacional de España, que estoy haciendo con mi amada discípula, hoy colega, Mercedes Sánchez, objeto será de publicación en esa maravillosa revista que Javier Maldonado y Diana Eguía llevan (manuscritcao).
¿Y las calabazas? Enrica y yo tenemos asuntos serios que tratar además de cómo el "infame turba de nocturnas aves" se ha traducido por un escorzo metonímico, sobre todo a raíz de las antipasta del restaurante (Il Brodo) del primer día, en donde, entre las antipasti o entremeses nos servimos unas calabazas agridulces que hicieron temblar los cimientos de la filología. Supe que Enrica sabía la receta, y desde entonces, Góngora y Quevedo volvieron a unos amores que nunca debieron perder. Estaba por copiarla, pero no así, al menos hasta que ensaye proporciones y tiempos y llegue al chupado de dedos, lo que haré, mientras Enrica me vigila con el SKYPE, que para eso está también la civilización.
De manera que ni corto ni perezoso me he ido hoy por la mañana, aprovechando un hueco, al mercado de Ballaró, al lado de la biblioteca "comunal" y he buscado calabazas (van en la foto); yo no sé si las encontraré de ese calibre y hermosura; ya de paso, he fotografiado a las "tunecinas" (¿una clase de berenjenas?"), los higos chumbos, el pez espada fresco, etc. En la biblioteca, sencillamente, no me han dejado ver el manusctrito del Discurso de las Privanzas de Quevedo... y me he tenido que marchar. En el mercado, no solo me dejaban mirar, sino que me reclamaban voceando la mercancía. ¡Qué tiempos!
Los mercados de Sicilia son catedrales.
Que no, que no, que "colega" me pone años... nada, sigo siendo discípula. Qué bien se te lee, qué bien te está sentando Italia. Nos ponemos con el busto a tu vuelta.
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