El santo Padre y yo hemos coincidido en Palermo, él para canonizar, evangelizar, predicar, etc. y yo para asistir a una reunión histórico-filológica, cada uno para sus cosas, pero las suyas han tenido mayor predicamento porque han impedido hasta que alcanzara el Hotel en taxi, y Miguel Ángel Bunes y yo hemos caminado a lo largo de la vía de Vittorio Emanuele, buscando nuestro hotel, que en mi caso ha resultado una preciosa casa antigua, con dos o tres habitaciones, una de las cuales, la mía, se asoma la Vía citada, muy cerca de la plaza de los Austrias, la de los cuatro cantones, de la que hablaré: porque yo he venido un poco por culpa de los Austrias, que aquí pusieron al Duque de Osuna como virrey (1612), quien se trajo de amigo, confidente, secretario y compañero de correrías a Francisco de Quevedo (en 1613). Al lado, una plaza historica ("di Bologni") se adorna con un Carlos V tardío, del xviii, sometido a cura de adelgazamiento, de color cobalto y gesto de paz, mano extendida: muy raro.
Mientras escribo estas líneas Giuseppe Mazzocchi trabaja en el distribuidor de nuestra hospedería: ocupa la habitación vecina. Y el ruido de la calle trae canciones juveniles y religiosas. Me he asomado: son cofradías o grupos de gente joven que canta y que vuelven de su encuentro con el papa: la primera impresión de esta ciudad y de su ambiente es, desde luego, mediterránea, extrovertida y bullanguera. Eso sí, tomada está por hábitos de todas la órdenes, calles, terrazas, tiendas... Los laicos somos minoría.
El viaje, accidentado, pero merecía la pena ver las alas del avión desplegadas sobre el mar, la costa italiana atrás.
¡Qué bello, Palermo! Y es cierto, ese Carlos I de España y V de Alemania (¿te acuerdas?) es delgadín y rarito. Claro que para los de Palermo los españoles somos catalanes con avara povertá (el Dante). Pasan los siglos y todo cambia. Gracias por este estupendo relato siciliano.
ResponderEliminarPero ya andas de viaje otra vez?
ResponderEliminarEstoy con un montoncito de colegas, perorando sobre el duque de Osuna y sus cosas... Y en viaje rápido, para no perder clases, porque luego se van todos a Nápoles y yo me vuelvo a Madrid. Tengo que ver manuscritos y papeles en la Biblioteca Comunal de Palermo; ya sabes que tengo esa tarea aburrida de la investigación. Pero también he aprendido a hacer calabazas agridulces, deliciosas... A ver cómo se salen. La imaginación culinaria de los sicilianos es maravillosa. No sé de las otras (imaginaciones).
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