Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

domingo, 17 de octubre de 2010

Decir las cosas

Despacho (compartido) de PJP en la UAM
Hace un par de semanas he comenzado el rosario docente, que denomino con matices de sacrificio religioso y reverencia por las condiciones en las que se produce, de lo que no será cuestión ahora. 

ámbitos de imaginación y libertad
Un tanto por ciento muy abultado de los alumnos que se sientan en las aulas –expectantes, burlones, tímidos, desmotivados, ajenos...– quisieran canalizar algún tipo de impulso creador que les interesó o les sobrecogió cuando leyeron poesía, novela, ensayos... incluso que les removió lo que no saben al acercarse a alguna manifestación artística, simple o compleja: una canción o un espectáculo (un concierto, una ópera, un encuentro....) Es una veta noble de su vocación, aunque habría que conseguir que la asumieran correctamente, que la pensaran bien, sin desviarla hacia lugares engañosos, que a la corta les van a perturbar. Estudiar Filología no les va a convertir en poetas que acaparen premios ni van a conseguir el Nadal con su primer esbozo narrativo. De la misma manera que no van a solucionar el problema de su fe los que hagan estudios de Filosofía. Tampoco se trata de que la disciplina académica se sitúe en los (yo sigo prefiriendo el masculino; ahora dicen que se puede ir también al femenino) antípodas de lo que quisieran que fuese su quehacer: decir las cosas, y decirlas de manera exacta, que viene a ser lo mismo que decirlo de manera “lograda”, que viene a ser lo mismo –aunque no lo sepan– que decirlo de manera “bonita”.
Otra de las interferencias graves que se opone a un entendimiento limpio de lo que significa crear procede del resultado comercial al que hoy va prendido el proceso creador, que naturalmente aboca a que se lea (literatura) o contemple, a que se publique, se comente (público), se venda, se premie, etc.

De manera que la situación que les he de hacer pensar es la siguiente:
1) Deberíais reflexionar sobre lo que es “literatura” y cuál es vuestra definición de esa actividad, cuál es su campo y cuál es su función. No digo que hayan de modelar teóricamente todo eso –no podrían– solamente zambullirse el campo intelectual en donde esos conceptos juegan.
2) Deberíais saber que la Filología (en este caso la española) lo que hace es historiar la literatura y analizar los resultados de ese proceso creativo, extendiéndose, como es natural, a facetas del proceso creador, analizando y criticando cómo se produce. Así por ejemplo se ocupa de la “lengua”, como soporte primero de las manifestaciones que hemos denominado “literarias”, y también de las técnicas o procesos de puesta en discurso que se combinaron o manipularon para lograr crear (poesía, teatro, novela, ensayo...), por ejemplo de las artes narrativas, los registros lingüísticos, la métrica, el estilo...  

En consecuencia, lo que se estudia son esos procesos, las técnicas y su historia. Ayuda, indudablemente, conocer los talleres y las piezas para saber cómo funciona el coche; pero hay cuestiones esenciales que se escapan a la mecánica y que derivan de situaciones tan complejas como son la imaginación, las vivencias, la capacidad y voluntad expresiva, la función, etc. que no se aprenden estudiando Filología. A mí me gusta mucho citar a Picasso, que resolvía esta situación con la siguiente frase, no sé si exacta o inventada: “Existe la inspiración, pero te tiene que encontrar trabajando”.
En otro momento –y en otro espacio– les explicaré por qué, como contrapartida, deben mimar ese espacio creativo que o cultivan o quieren cultivar: el lugar donde modelar su imaginación y su libertad.

Del último paseo por el patio del Reina Sofía, en Madrid






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