Uno de los mejores modos de enloquecer el ordenador que nos corrige cuando escribimos es marearle con cuestiones de género, es decir, suministrarle materia verbal que en los casos difíciles es resuelta personalmente, en el momento del habla o de la escritura, por el usuario. En otras palabras: enfrentar al ordenador con la decisión humana.
Porque ante el extenso corpus de palabras con género vacilante que en todas las épocas ha habido, el hablante mezcla unos cuantos principios y resuelve de diversas maneras que, a mi modo de ver, son inmodificables, a no ser que se introduzca una variante “infinito”. Son esos principios: el de la tradición o uso anterior del género, si lo atisba; el de la asociación a la pareja sexuada, si lo columbra; el de la
Sobre estos tres aspectos esenciales juegan otros, puntualmente más o menos determinados: la ultracorrección, el ámbito social, el registro que se esté usando, etc. Una expresión coloquial irá directamente a lo más fácil, rápido y espontáneo; en una exposición pública, probablemente se elija un género con más cuidado, o se evite, o se emplee el
Invito a que se hagan pruebas con palabras y expresiones que uno sabe arrinconadas –en su pueblo, región, ámbito familiar o escolar, etc.–: “Ha bajado por el arambol corito, el muy zurullo”. Todo le ha parecido bien: la máquina se ha tragado varios diccionarios, que son “contables”, pero no puede con las infinitas posibilidades de la gramática, se le atragantan los morfemas, los neologismos, las diabluras sintácticas, aunque a veces es refinadamente astuta, como si le doy versos de Quevedo: “Soy un fue y un será y un es cansado”; pero no se sabe bien a los clásicos, no ha leído a Lope “nunca
El I del título de esta entrada al Cuaderno quiere decir, como en otros casos, que en la secuencia con II expondremos lo referente al género gramatical y sus avatares, palabra recién ascendida a la gloria del uso por el cine.
Por cierto, sigo sin utilizar “eventos” y “obsoletos”. Purista que dicen que soy, gramaticalmente. La máquina no solo no los subraya, sino que los emplea –sobre todo el primero– para explicar normas, en su lenguaje interno.
Estupendo, Pablo, y divertido. No sabes como me cabreo con las correcciones de mi programa Word, que creo es menos sofisticado que el que tu usas.
ResponderEliminarPor eso, aunque irrita a los espanioles,comento directamente y entonces, ya ves, no puedo poner acentos ni enies.
Qué entrada tan divertida. La máquina obedece, sencillamente. Y si el programador no le enseña gramática, o se le enseña mal, y le insufla los diccionarios électrónicos que le da la gana para que acepte o no... la vida misma. El ordenador, el programa, hace lo que su tutor le ha ordenado.
ResponderEliminarRecuerdo cuando se me empecinó word en mi fallo gramatical continuo, en la tesis: "Olivares es plural", una y otra vez, cada vez que escribía cosas del tipo: "Tras la caida de Olivares..." Y él, subrayando en rojo y con curvitas: "Olivares es plural, cambiar por "La caida de LOS OLIVARES"... incapaz de ver en ese Olivares al conde-duque, incapaz de reconocer un nombre propio.