Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

jueves, 19 de agosto de 2010

DIÁLOGOS DE GÉNERO CON LA MÁQUINA (I)


Uno de los mejores modos de enloquecer el ordenador que nos corrige cuando escribimos es marearle con cuestiones de género, es decir, suministrarle materia verbal que en los casos difíciles es resuelta personalmente, en el momento del habla o de la escritura, por el usuario. En otras palabras: enfrentar al ordenador con la decisión humana.

Porque ante el extenso corpus de palabras con género vacilante que en todas las épocas ha habido, el hablante mezcla unos cuantos principios y resuelve de diversas maneras que, a mi modo de ver, son inmodificables, a no ser que se introduzca una variante “infinito”. Son esos principios: el de la tradición o uso anterior del género, si lo atisba; el de la asociación a la pareja sexuada, si lo columbra; el de la biensonancia o eufonía a la que se haya habituado. Y téngase en cuenta que esos tres principios armonizan y se conjugan de modo diverso, a su vez, según la geografía y la historia.
Sobre estos tres aspectos esenciales juegan otros, puntualmente más o menos determinados: la ultracorrección, el ámbito social, el registro que se esté usando, etc. Una expresión coloquial irá directamente a lo más fácil, rápido y espontáneo; en una exposición pública, probablemente se elija un género con más cuidado, o se evite, o se emplee el ultracorrecto. La máquina no puede con todo ello y, al sentirse molesta con soluciones personales, subrayará –si se está escribiendo– la palabra en rojo. El WORD de mi MAC me ha subrayado en el discurso anterior “biensonancia”, “ultracorrecto” y “escribiendo”, en este último caso, probablemente, por el tipo de construcción empleado, ya que no lo ha hecho esta segunda vez, en este párrafo. Tampoco me ha subrayado “ultracorrección”, lo que quiere decir que con los sufijos sufre de sarampión mental. En un pasaje de arriba escribí adrede “*halla habituado” (en vez de “haya habituado”) y la máquina no me lo corrigió. Pasmarote, la máquina. Ahora me ha subrayado en rojo “pasmarote”. Si será... Voy a probar con un palabro que ayer comenté con mi amigo Mario: “Este tío es un marrajo”. Espléndido, la máquina se mueve mejor en el terreno léxico que en el morfosintáctico, pues me ha dejado pasar “marrajo” y me ha subrayado “morfosintáctico”, lo mismo que toda esta serie que le parece sospechosa y me subraya: “sobreaviso”, “antirrítmico”, “tridecasílabo”...
Invito a que se hagan pruebas con palabras y expresiones que uno sabe arrinconadas –en su pueblo, región, ámbito familiar o escolar, etc.–: “Ha bajado por el arambol corito, el muy zurullo”. Todo le ha parecido bien: la máquina se ha tragado varios diccionarios, que son “contables”, pero no puede con las infinitas posibilidades de la gramática, se le atragantan los morfemas, los neologismos, las diabluras sintácticas, aunque a veces es refinadamente astuta, como si le doy versos de Quevedo: “Soy un fue y un será y un es cansado”; pero no se sabe bien a los clásicos, no ha leído a Lope “nunca mañanamos”, y se le atragantó Góngora, del que subraya “dos déligos capatuncios” y “combleza”, a pesar de que este último vocablo en los diccionarios anda.
El I del título de esta entrada al Cuaderno quiere decir, como en otros casos, que en la secuencia con II expondremos lo referente al género gramatical y sus avatares, palabra recién ascendida a la gloria del uso por el cine.
Por cierto, sigo sin utilizar “eventos” y “obsoletos”. Purista que dicen que soy, gramaticalmente. La máquina no solo no los subraya, sino que los emplea –sobre todo el primero– para explicar normas, en su lenguaje interno.

2 comentarios:

  1. Estupendo, Pablo, y divertido. No sabes como me cabreo con las correcciones de mi programa Word, que creo es menos sofisticado que el que tu usas.

    Por eso, aunque irrita a los espanioles,comento directamente y entonces, ya ves, no puedo poner acentos ni enies.

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  2. Qué entrada tan divertida. La máquina obedece, sencillamente. Y si el programador no le enseña gramática, o se le enseña mal, y le insufla los diccionarios électrónicos que le da la gana para que acepte o no... la vida misma. El ordenador, el programa, hace lo que su tutor le ha ordenado.
    Recuerdo cuando se me empecinó word en mi fallo gramatical continuo, en la tesis: "Olivares es plural", una y otra vez, cada vez que escribía cosas del tipo: "Tras la caida de Olivares..." Y él, subrayando en rojo y con curvitas: "Olivares es plural, cambiar por "La caida de LOS OLIVARES"... incapaz de ver en ese Olivares al conde-duque, incapaz de reconocer un nombre propio.

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