He optado por partir una de las páginas anteriores de mi “cuaderno” en dos, pues el sistema –me parece– no me permitía colgar una información cumplida de las jornadas de surf en Pantín, que a mí me hubiera gustado acompañar y comparar con los días en los que estas playas vírgenes, como es la de Pantín, se mantienen casi desiertas, con el centenar de fieles que allí cumplen su verano. De manera que dejaré la vieja entrada con las distintas fotografías de la playa, que además no he visto en la red (las que hay son viejas y bastante malas). Solo en el bar que se asienta, discretamente –dos plantas– detrás, cuando se inicia el camino de rieles de madera que recorre la playa desde Ariño hasta un camping en el otro extremo, sin dañar el ecosistema demasiado, he visto que vendían postales que solo allí se podían adquirir.
Extraigo, en consecuencia, de aquella antigua entrada todo lo concerniente al surf, o casi todo, y además hago justicia de citar nominalmente a la ganadora, la californiana Courtney Colongue, y vuelvo a reproducir aquí el texto.
La playa virgen de Pantín –ojalá se conserve así durante mucho tiempo–, tal y como muestran varias de las fotos, se ha llenado durante la semana pasada de aficionados al surf, para celebrar la vigésimo tercera edición de “Pantin classic”, con dos competiciones, la femenina y la masculina, la última de ellas valedera para los campeonatos del mundo. No soy muy entendido en estas cuestiones, pero ya comenté en entrada anterior que me parece una diversión deportiva hermosa, de las que hacen disfrutar a quienes lo practican; lo de la competición es secundario; de hecho, me agradaba que el excelente comentarista que lanzaba hasta el mar normas, puntuaciones y aclaraciones en todos los idiomas (inglés, español, francés, portugués...), de vez en cuando, de pasada, no dejara de comentar cosas como “se le ve que está disfrutando”, “parece que no le importa más que volar con la ola y no tanto la clasificación”, etc.
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