Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

martes, 10 de agosto de 2010

Cedeira. Desmanes de verano


Doctrina adecuada es la de procurar que nuestro entorno, allí hasta donde alcance nuestro quehacer, nuestra opinión, nuestra actuación reciba el comentario, aplaudiendo para consolidar lo que nos parece bien, criticando lo que nos parece equivocado. Las cuestiones municipales, en el caso de municipios como el de Cedeira, villa de extremada belleza, bastante bien conservada y ordenada, probablemente se rigen por un consistorio dominado por partidos políticos –como es usual– en donde las decisiones a lo mejor no siempre se toman teniendo en cuenta el bienestar de los cedeirenses y de sus visitantes, sino a partir de un ideario político que no siempre sabe proyectarse adecuadamente sobre la administración y gobierno del municipio, me da igual de qué signo sea



El habitante esporádico de este lugar privilegiado, como soy yo –que aquí percibo mi sueldo de funcionario, por ejemplo–, puede observar sin demasiado esfuerzo extraños cambios, conductas, quehaceres, normas, etc. que no obedecen al sentir o pensar de los ciudadanos y que, normalmente, proceden de intereses extraños difíciles de conciliar con la mejora, el progreso o la necesidad. Muchas veces las decisiones (talas de árboles centenarios, erección de monumentos carísimos, cambios en la disposición y calendario de ferias y mercados...) son tan inexplicables que no queda más remedio que desconfiar de la “oficialidad” municipal. Creo que es deber denunciar desmanes.

Citaré tres recientes: primero, el del parque infantil de la plaza “roja” de Cedeira, lugar donde se encuentra toda la villa, se celebran las fiestas y concurren las gentes; tenía, en su centro, uno de los parques infantiles mejor logrado y más concurrido que jamás haya visto –dentro y fuera de España–, bastante bien conservado (pasarelas, columpios, barras, torres...) en madera y con suelo de corcho, creo, por lo demás, que con los beneplácitos ecológicos de todo tipo. Era una delicia ver a los chavales jugueteando entre las terrazas que bordean ese parque. De la noche a la mañana apareció vallado y durante unas semanas estuvo escondido, ¡pero lo estaban no solo desmontando, sino destrozando, serrando! Ahora acaban de “inaugurar” en su lugar un engendro; de convertir en un parque mediocre, de colorines, con los cuatro trastos de siempre (un columpio, una mesa, un balancín...), en el que ya no podrán jugar más que bebés o niños de menos de cuatro años. A quien se le haya ocurrido la sabia decisión de cambiar el maravilloso parque infantil de la Plaza Roja de Cedeira para convertirlo en uno más –y de los más feos– del montón habría que apartarlo rápidamente de cualquier tipo de decisión municipal. Y luego, además, ¿cuánto ha costado ese parque y qué necesidad había de sustituir el antiguo? Ahí se ve la oficialidad convertida en arbitrariedad y desmán.


Lo malo de los sitios más pequeños es que los municipios pretenden identificarse con las gentes al margen de la administración de la ciudad, apoyándose en una etiqueta política, que probablemente nada tiene que ver con lograr el bienestar de toda la población y la sensatez en el buen gobierno de la villa. 


Item más. Por primera vez en muchos años he visto sistemáticamente a la policía local de Cedeira poner multas a diestro y siniestro a coches mal aparcados, cerca de los supermercados, por ejemplo, no sin antes haber suprimido un 30 % de las plazas de aparcamiento por la presencia de la feria y de haber “ordenado” con amarillos, azules y verdes el resto de los aparcamientos de la villa. Cedeira es el centro de muchos lugares, desde donde se acude a comprar, comer, disfrutar... Cerrar agresivamente la villa de ese modo a los vecinos de todos los lugares es cerrarla también al comercio, la reunión, el ocio, la gestión, etc. Es intentar quitar vida a la ciudad. Y no digo que no haya de ordenarse el tráfico –aunque no como en un pueblecito suizo– lo que digo es que habría que hacerlo de otra manera. Primero se habilitan plazas cercanas, luego se da publicidad a su existencia y luego se instaura, poco a poco, el sistema de multas. No se puede hacer al revés: primero se suprimen las plazas de aparcamiento y a continuación se multa sin previo aviso. ¿Por qué en tantos municipios españoles se actuará sistemáticamente en contra de quienes en ellos viven o a ellos van?


De sobra sé que no es solo este municipio, en el que yo me fijo porque en él vivo. El caso de otro municipio mayor y cercano, El Ferrol, es muy llamativo y podría ejemplificarse con las carreteras que llevan a las playas. Es fácil de adivinar los días que el municipio ha aprovechado para arreglar los puntos más peligrosos de esas carreteras: empezar los primeros días de agosto y continuar unos diez o doce días más, de ese modo quienes intenten ir a las playas formarán una cola de unos 10 kilómetros y se pasarán un par de horas en el coche antes de llegar. ¡Sabía decisión de los ediles!



Me dicen que “es que hay elecciones”. La política, como bestia necesaria, la política cuando se convierte en algo ajeno a la vida común, cuando desnaturaliza su función primera y queda como el lugar del “poder” no al servicio de, sino como capacidad de ejercer la voluntad sin control de ningún tipo, o con un control tan lejano y arduo, que la gente termina por encogerse de hombros, hacer y dejar hacer. 



3 comentarios:

  1. No se enfade demasiado. Los disgustos van directos al hígado y nos ponen enfermos y de mal humor. O escribe cartas al alcalde y a Núñez Feijoó, no porque le vayan a hacer caso sino para desahogarse y soltar lastre ... o piensa, como cantaban hace mucho los de Modestia Aparte: "¿Y qué mas da?, si son cosas de la edad". De joven, uno sólo piensa en disfrutar o en hacer versos, lo ve todo maravilloso, todo por delante, y ni se da cuenta si han talado el pobre árbol, si han alicatado la bonita calle que era empedrada y de las multas ni se entera porque no tenía coche.
    O protesta en firme y lo intenta solucionar con lo único a su alcance (escribir cartas al diario y similares) o piense que lo que tanto le molesta tan solo son cosas de la edad. Uno se vuelve un gruñón.
    Se lo cuento por su salud y por la salud de los que le rodeen y le tengan que aguantar.
    Siga con su feliz verano.
    Y sí, lo que explica sucede en todas partes y sin descanso estival.

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  2. Anónimo, lleva razón, pero es señal de que el hígado está sano cuando todavía somos capaces de procesar las barbaridades que se hacen en nuestro entorno.

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  3. Yo te doy toda la razon en todo. Sobre todo en lo del trafico... yo vivo en la zona antigua donde el único sitio que se puede utilizar como aparcamiento es el atrio de la iglesia, pero ahora a nuestro querido ayuntamiento le ha dado por poner cuando le sale en gana y sin previo aviso las señales móviles de prohibido aparcar y como no esteas atento al tema... ala 200 euros de multita que te llevas... ¿Es esto normal???

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