Hoy se me han convertido en seguidores personas que no conozco; al irlas a saludar y conocer me he encontrado con los clásicos avisos de "contenido indebido", si se quiere seguir y se es mayor, etc. He seguido, naturalmente, y me he encontrado con dos o tres "cuadernos de pantalla" muy interesantes. No sé si quieren esta publicidad, o sea que no los cito directamente; pero les dedico el romance de los coloquios amorosos.
Romance de los coloquios amorosos
–Tiene tu cuerpo misterio
y me lo vas a enseñar
por arriba o por abajo
por delante o por detrás.
Así comienza el coloquio
que ahora voy a contar
con aquella moza huidiza
que me trataba tan mal.
Palabras hubo mayores
cuando le fui a abordar,
Westfalia se queda chica,
Bailén ya tiene rival,
hechos como aquel hay pocos,
sea en guerra sea en paz.
Nones me dijo al comienzo,
naranjas y redro atrás;
–…que a quien viene como tú
lo mejor es ignorar.
Amagos le hice de pena,
morritos y “Ven acá”.
Me miraba como ajeno,
no dejaba de mirar,
con tanto ir y venir
se me puso a suspirar
y se me colgó de los ojos
y hasta que quiso llorar;
llegamos a las ternuras,
yo me ablandé como un flan.
Coloquios hubo sutiles:
–Yo te creo, tu dirás...
–No me mires tan torcida.
–Pues no tengo otro mirar.
Las manos quietas, oye,
que luego se van al pan.
– Pan y pandero asemejan.
–Y los mamporros se dan.
La cosa se fue cambiando
a mieles y cuchipán;
y al cabo de un breve rato
de “es que tú”, de “no es verdad”,
de “mira que yo te dije”,
de “no te voy a engañar”,
“eso que dices es falso”,
“yo siempre digo verdad”,
“por las buenas he venido”,
“ya me conozco el percal”,
“pues bien te estuve esperando”,
“pues yo te fui a buscar”…
Al cabo, digo, de un rato,
surgió la necesidad.
Abrió la camisa el viento,
se desató un vendaval,
tan duros como granizos,
en embestida frontal
un par de picos se vienen
en mis manos a guardar;
bajaban a tajo, lisas,
las ramblas hacia el desván,
guardado vecino a un bosque
donde nunca pude entrar.
Todo se fue complicando,
es difícil de contar:
– Iré con mucho cuidado…
– No voy a dejarte más…
– Si me vuelves a morder
de matarte soy capaz.
–Mátame con cuidadito…
–¡Ahí no se puede apretar!
– Ese dedo tuyo que hurga,
¿qué es lo que quiere encontrar?
– Me tienes por otro lado
buscando dónde aparcar.
– Tú date la vuelta ahora
para volver a empezar...
–Recuerda, ahora, recuerda
que soy un intelectual.
– Eso es lo que más me pone,
es lo que me gusta más.
– Lo que tienes en la boca
no te lo puedes tragar.
– ¿Un intelectual salido
o solo un intelectual?
– No me distraigas, ahora,
me tengo que concentrar...
– Pues si no quieres que te hable
no te me pongas a hablar;
mira que no llevas nada…
– Ahora no puedo parar…
Acabó luego la escena,
nos volvimos a enfadar,
por yo no sé qué pretexto
inventado o contumaz.
–Adiós, me dijo exultante,
ya no quiero verte más,
vete por donde has venido.
– Adios, y no me verás…
ha sido un error todo esto,
jamás se repetirá.
Mañana iré a buscarla
para tratar de la paz.
Muy gracioso!
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