Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

miércoles, 25 de agosto de 2010

Pantín "classic". Campeonato del mundo femenino




En la playa de mis veranos, al llegar esta época (ayer fue luna llena) y aprovechando las mareas, se celebra una competición de "surf" desde hace unos veinte años. En esta ocasión parece ser que algunas compañías han apostado por la publicidad que pudiera generar y han invertido adecuadamente, de manera que la playa se ha puesto elegante, con pabellones, azafatas/os, etc. y han venido un centenar de participantes, de los mejores del mundo. El calor ha aparecido y todo va miel sobre hojuelas. Allí he estado.

El "surf" es originariamente una diversión, por eso me gusta: la gente disfruta flotando sobre el mar con la velocidad de la ola sobre una tabla; y es una diversión para gente ágil, cuanto más joven mejor, como muchos deportes. Tiene, a mi modo de ver, algún defecto de origen: se trata, en principio de un deporte / juego para uno solo: lo pueden hacer muchos, pero cada uno por su cuenta, con lo que, cuando interviene lo de la competición, pues entra lo de los jueces, los tiempos y todo eso. Pero al principio era una diversión con el mar, en la playa, con el viento...












A algún participante le picó un escarapote o una faneca brava, como se ve en las fotos; estaba muy asustado porque no sabía exactamente lo que era.


Como deporte solitario congrega poca gente, como se ve por los panoramas; además Pantín no tiene población grande cercana. Eso sí, vi TV de otros países (Brasil, Australia...) Y muchos fotógrafos con cámaras inmensas, asentados en la playa. Pantín, como playa, estaba preciosa, con su marea baja vestida por las mañanas y la arena dorada y fina.
Se me acabó la batería cuando empecé a fotografiar a los participantes, en el momento de entrar o salir. Los chavales aficionados les pedían que firmaran en sus tablas, y así yo me enteraba quiénes eran los más conocidos, al decir de los locutores poliglotos una decena de campeones llegados de todo el mundo. La prensa local concede páginas enteras a la competición.

Pantín, ayer, desde el mar

El bardo me ha enviado un romance noticiero.

Surf en Pantín

romances viene cantando   
el verano por la playa,
ya se le antoja una escena,
ya recoge una palabra,
mariposa sin destino
que en los colores se para.
Mira a uno y mira a otros:
chaval, pelota, toalla,
un señor con su sombrero
y una vieja con paraguas.
Esto es Galicia, señores,
y aquí las cosas que pasan
no son como las del sur,
tienen su propia gracia:
el paraguas para el sol
y el sol no siempre en las playas.
Todo lo que digo es viejo
–se sabe lo que se canta–
vida de aldea en verano
es vida muy regalada
y, si tenemos el mar,
con sus helados y playas,
de ojos que miran cuerpos,
de cuerpos que lucen damas,
de amaneceres tardíos
y noches lentas y largas.
Me voy a Pantín ahora
para ver cómo resbalan,
sobre las ondas del mar
con las espumas blancas
vestidos de negro y aire
encaramados en tablas,
los que son más avezados
y gustan de viento y agua.
Y allí pisaré la orilla,
miraré si lejos anda
en horizonte perdido
el tiempo que se presagia,
y en un puñado de tierra,
fina, süave y dorada,
el viento, cuando la suelte,
veré desde dónde avanza
el banco de nubes lejas,
el banco de nubes blancas.
Que todo al cabo se viene
y todo al cabo se marcha.


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