Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Minimalismo, ciencia, comprensión

Mi primer desencuentro con el minimalismo tuvo lugar cuando, al intentar entender determinados paradigmas gramaticales, obtuve tan solo una secuencia de usos de una palabra. Me acordé –es un tópico borgiano– de que el mejor mapa de una ciudad es reproducir exactamente la misma ciudad: nada falta, el análisis es perfecto. Hace poco, en una entrada sobre la biografía de Quevedo, razoné de la misma manera: no quiero acumular más datos biográficos sobre este autor –o sobre cualquier otro– porque a la postre no seré capaz de reconstruir cada segundo de su vida, con todas las circunstancias que le rodearon. En algún momento hay que detener ese peligrosísimo proceso, primero, para no ejercer una tarea gratuita; segundo, porque no se llega a ningún lugar en donde la comprensión o el conocimiento mejore definitivamente; antes al contrario, parece que para traer ese conocimiento y esa comprensión a nuestra ventana personal, a nuestra mirada, hay que liberarse, saltar fuera de la acumulación taxonómica y “entender” aquello de otra manera que no tiene más remedio que ser “actual”, porque el sujeto está actuando. Al tratarse de un proceso mental, la tarea es reflexiva, teórica, mental, como corresponde a nuestra actividad comprensiva.
Luego he vuelto a encontrar al minimalismo por todos lados, a veces para bien y a veces para raro. Esta última condición me asalta siempre que la acumulación se realiza sin objetivos claros, un poco por avidez erudita. Estoy acostumbrado a que me digan, por ejemplo, “se necesita una edición crítica de toda su obra y papeles”, “hay que buscar y editar todos los textos”, etc. Creo que no. Voy a plagiar ahora, un poquito, a Eugenio Asensio. “Bien olvidado está”. Muchos textos y de muchos autores y de muchas épocas se quedaron en el momento de su creación y no han despertado ningún interés posterior. Me temo que así seguiría ocurriendo aunque ahora algún doctorando o investigador meticuloso le dedicara unos cuantos años de su vida a recuperarlo. Bien están. Saltemos valientemente fuera de la montaña inerte que acumularon los siglos, para intentar entenderlos desde nuestra única e inevitable perspectiva, enriquecida con todos los escorzos históricos que se quiera, pero siempre anclados en la actualidad, inevitablemente. Y no hace falta que lleve el argumento hasta sus últimas consecuencias.
En el caso de las gramáticas, que provocaron el arranque de estas aclaraciones, lo que está ocurriendo es tan ejemplar como digno de consideración: ¡se están construyendo gramáticas de cada palabra, de cada morfema, de cada sufijo...! Pero, claro, la mejor gramática de una palabra es la suma de sus ocurrencias en el lenguaje real, ese será el final de un camino abrumador, lógicamente, es decir la huida desde la teoría al uso. Una sensación parecida me asalta de vez en cuando, solo de vez en cuando, cuando consulto y releo la reciente gramática de la RAE, la grande en dos volúmenes, en donde se desciende a los usos reales de muchos términos, en detrimento quizá de la teoría. Supongo que la pericia de Ignacio Bosque ¬–no sé muy bien cómo fue la cocina, le atribuyo a él esfuerzo e inteligencia– evitó muchas veces que la gramática fuera una serie de ejemplos amontonados. Tenemos que seguir abriendo de vez en cuando la carpeta de la teoría.

1 comentario:

  1. Me parece que tiene mucha razón en sus palabras. Más que seguir con la tarea gratuita de buscar y conjeturar y rebuscar, se necesita una mirada inteligente y una empatía sublime para hacer llegar al lector lo que supone una lectura o lo que fue la vida y obra de una persona.
    En ocasiones, el seguir sin parar es una obsesión, una enfermedad. De joven, me asombró la cantidad de personas que en la Nazi (BNE), precisamente en los alrededores de las salas de investigadores (pasillos, servicios, cafetería, consignas ...), parecían mucho más envejecidas de lo que deberían ser, muchas de aspecto descuidado (esto ya da igual y es personal pero llamaba la atención) y ¡hablando solas!.
    Los doctorados tan extraños y meticulosos que se realizan, con tanto esfuerzo, muchas veces parecen un absurdo. En ciencias médicas parece que el estudio detallado de cualquier tema microscópico hace avanzar hacia la solución de una enfermedad pero en temas culturales, a veces, no sé comprende bien el sentido que tienen esos estudios ni hacia dónde lleva ni hacia dónde va tantos años y tanto esfuerzo. No sé si es porque no está bien explicado el motivo, por endogamia o por lo cerriles que somos los que lo vemos desde fuera (más bien será lo último, seguro).

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