Hace unos diez años tuve la ocasión de ver el archivo con los papeles de Aureliano Fernández Guerra, que siempre fue uno de los objetivos de la recuperación documental para el mejor conocimiento de la vida y de la obra de Francisco de Quevedo. Durante algunos días pude analizar alguno de los fondos, por gentileza de su actual poseedor y uno de sus herederos, Javier Miranda Valdés. El archivo procede del insigne erudito del siglo xix; a su muerte lo heredó su sobrina, casada con Luis Valdés, quien se lo facilitó, por un lado, a don Marcelino Menéndez Pelayo para que preparara la edición de la SBA, y a Astrana Marín, parcialmente, para que hiciera lo propio con la famosa edición de Aguilar (1932). Esos préstamos y movimientos concluyen en que muchos de los papeles y noticias sobre Quevedo paran ahora en la BMP de Santander; pero los más siguen estando, en lo que yo he podido columbrar, en posesión de los herederos. De hecho, algún tipo de gestión he ido haciendo para que ese valioso conjunto documental –en Archidona y en Madrid, cuando yo los vi– pase a ser de consulta pública, lo que podría ocurrir si algún centro o institución los adquiriera. Ojalá sea así.
Después de publicar mi monografía (sobre Quevedo 1998), uno de los herederos, Javier Miranda Valdés, con quien yo trataba, publicó una espléndida obra, editada por la RAE y la RAH a la vez –don Aureliano fue académico en ambas– que es un minero de noticias y documentos concernientes a Fernández Guerra. El libro ha pasado sin pena ni gloria, a pesar de que amontona noticias sobre aspectos tan interesantes de nuestra historia cultural como son los que se encuentran sobre Espronceda, Tamayo y Baus, el mismo don Marcelino, la historiografía del siglo pasado y todo el conjunto de eruditos (Gayangos, Asensio, Amador de los Ríos, Adolfo de Castro, Hartzenbusch..) que acompañaron a Fernández Guerra en la ciclópea tarea de enderezar la historia de España. Allí se puede ajustar, por ejemplo, lo que ya se sabía sobre uno de los manuscritos de El Buscón, el Bueno (Bueno era un bibliotecario de la Universidad de Sevilla), con la red de amistades que Javier Miranda saca a relucir.
¿Qué hay en ese archivo? Muchas cosas; de todo un poco. Allí encontré y allí seguirán documentos que había buscado inútilmente (como la censura de 1610 para publicar los Sueños, copia moderna de la que emitió fray Antolín de Montojo), copias y originales de los famosos memoriales de Quevedo en su prisión de San Marcos, que han desatado muchísima tinta, y que ayudan a aclarar el rompecabezas; testimonios poéticos de gran calidad, entre ellos de ¿Qué captas nocturnar en tus canciones? [sic], de los cuatro animales fabulosos, varios poemas del Heráclito cristiano, de Podrá el vidrio llorar paños de Oriente?, dos sonetos de la musa Erato, de la letrilla Al mocico polido galán, copias de la silva al reloj de la campanilla y de la epístola satírica y censoria, y una serie de testimonios excelentes de Dichoso tú pues sola tu cabaña..., Señor don Juan pues con la fiebre apenas..., Más escarmientos dan al Ponto fiero... entre otros.
También impresos raros, como los pliegos sueltos del Testamento de don Quijote (de 1626), de don Repollo y doña Berza (de 1623)... una relación de las exequias a la Duquesa de Nájera (1627). Lo de los pliegos sueltos es indicativo de cómo se difundía parte de la obra poética de Quevedo.
De las obras en prosa, copias había de los Sueños, la Carta al Rey de Suecia, de la Carta de un cornudo a otro jubilado, de la Premática del Tiempo, de las Indulgencias concedidas a los devotos...
Y luego y además documentación diversa, noticias, billetes y otras cosas, entre las cuales se detecta, fácilmente, que algunas, valiosas, pudieron haberse vendido hace tiempo, así el autógrafo del Sermón de la Santísima Trinidad, que apareció entre los papeles de Crosby, en Florida, y que he intentado ver en la HSA de Nueva York el año pasado. Tengo, desde luego, fotografía del original, y la reproduciré en este mismo cuaderno, como obsequio a mis lectores. En el archivo de Fernández Guerra se conserva la carpeta, vacía, con el sobrescrito pertinente. Por cierto por allí anda también la nota de que FG había visto e intentado comprar el codicilo del testamento, pero que pedían demasiado dinero.
El codicilo acaba de ser publicado por Mercedes Sánchez
(http://www.edobne.com/manuscrtcao/el-codicilo-del-primer-testamento-de-quevedo-25-de-abril-de-1645/
A. Fernández Guerra, por Madrazo |
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