Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

domingo, 26 de septiembre de 2010

La leyenda Negra, Felipe II y los historiadores


Enfrascado como he estado en la densa, rica, amena biografía que de Felipe II acaba de trazar Geoffrey Parker –de la que di noticia anterior–, multitud de aspectos me han venido surgiendo, fructificados por su lectura. Cada lector lee a su manera, desde sus intereses y preferencias; y yo me he fijado inicialmente en temas y aspectos que a veces me han preocupado como historiador. La leyenda negra, por ejemplo, que es ocasión de una obra muy peculiar de Quevedo, España defendida... (1609), que se conserva autógrafa en la biblioteca de la RAH y alguno de cuyos misterios empezarán a desentrañarse, espero, en breve. Quevedo comienza a escribir ese alegato lleno de páginas vibrantes –y muy desiguales–, pero no lo termina. Diana Eguía, que está trabajando sobre los autógrafos de Quevedo nos irá explicando por qué. Desde luego que la obra no la conoció Luis Cabrera de Córdoba al publicar su primer gran historia de Felipe II (1619). Toda esa onda arranca de la historiografía de las dos décadas finales de siglo (del s. XVI), espléndidamente señalado por Parker, quien hace arrancar la línea esencial de la "Apología" (1581) de Guillermo de Orange y de todo lo que siguió, es decir, de la inundación de escritos antifelipistas a partir de entonces por todo el mundo, hasta que solo en tiempos recientes se ha intentado el rigor documental.


No reaccionó la propaganda felipista, no lo hizo a tiempo, dejó que el siglo se fuera y el propio monarca, con el mal ejemplo de su padre el Emperador y sus problemas de conciencia no se decidió a seguir los consejos de los historiadores. Me gustaría señalar que, entre tantos nombres e historiadores que Parker señala, falta quizá el texto más hermoso y directo de todos, el de Juan López de Velasco, a la sazón entonces cronista real. El autógrafo, de unas pocas páginas, se conserva precisamente en la colección Altamira –una de las más y mejor consultadas por Parker–. De él di noticia ya en este cuaderno, que ya sé que es un lugar apartado de los lugares de la investigación pública; y no lo publiqué íntegro, quizá vuelva a hacerlo, porque ya había pasado por la noticia antes Alfredo Alvar, aunque la noticia quedó algo perdida. El censor del Lazarillo escribe y razona a su rey sobre la necesidad de encontrar buenas plumas que recojan la verdad de su tiempo, la verdad de la historia.La letra clara de Velasco permite leer la primera página del escrito, que es la que reproduzco.
No se me escapa que de lo que dice Parker quizá haga falta ajustar a la baja algo del carácter noble del escrito: las relaciones de Velasco con Calvete de la Estrella no siempre fueron gratas. Puede que Velasco esté, además de aconsejando a su rey, ocupando el lugar que le correspondía como historiador.
El papel de Pedro de Valencia fue, me parece, infinitamente más complejo de lo que ha debido decir Parker, ya cerrando el panorama, deprisa (se refiere a 1611), en momentos históricos cambiantes. Quizá hasta sea oportuno ver cómo le llega al joven Quevedo, educado en la corte, la imagen de Felipe II y los hechos de su largo reinado.
He reproducido también el índice del informe de Velasco, que podría reproducir completo si interesara (la biblioteca Zabálburu no se puede consultar on line).
Seguiremos con la hermosa biografía de Parker.

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