Más ruidosa que Madrid
solo a Nueva York encuentro;
¿es el ruido de la gente
Es igual que Antón Martín
con ocho millones dentro.
He salido para el “brunch”
y en Greely Square me quedo
en un remanso que Broadway
dejó cual jardín ameno
tomaremos refrigerio.
Quiero llegar al Village
y recorrerme el paseo
que sube por la catorce
esta mañana al congreso,
que no me puedo marchar
sin haber bajado al menos
al Village, a Chinatown
y a la ribera del puerto.
Es hispano el camarero.
No está cumplido el café,
pero el servicio es bueno
con servilletas de tela,
agua, pimienta y salero.
Las ventanas se me antojan
pasarela de modelos
razas, tipos, grupos, gentes,
vestidos, colore, gestos...
nunca serán nada más
hola y adiós muy buenas;
Nueva York también es eso.
gentes que vienen y pasan,
vienen cerca, se van lejos;
amontonados están
cada cual con su secreto.
Me dicen que soledad
arruinó sus sentimientos
y que viven asustados
que de todo tienen miedo.
a aquellos ojos tan negros,
chispean y se alborotan
y al cabo de un rato, lejos,
con disimulo se vuelven
con la mano sobre el pelo,
y entonces van y se dejan
con la mirada un destello
–linda doncellita y cántaro–;
una pascua de hace tiempo,
don Antonio me lo dijo.
Y a don Antonio le creo.
Muchas gracias por sus romances noticiosos y crónicas de las américas: son muy divertidos y es usted muy amable en ponernos al corriente de todo. A ver si nos explica algo más de sus impresiones sobre los hispanistas varios que se encuentra por ahí.
ResponderEliminarYa veo China manuscrita.
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