Camino de la Cuesta de Moyano, en el Retiro, se deja a la derecha un campito de almendros que, con las semanas de sol y luz, han empezado a florecer, impenitentes heraldos de una primavera que siempre los engaña y que ha provocado ríos de poesía para lamentarse de lo que florece antes de que se den las condiciones para que pueda crecer y vivir. Salvador Rueda, Juan Ramón Jiménez ("la sombra oscura de los almendros"), toda la tradición de los haikus, la elegía a Ramón Sijé.... Bien está. Entre esas estampas suele faltar le un clásico antiguo. Y entre los clásicos, un soneto tardío de Lope, en el que la imagen sirve para un poema funeral, a la temprana muerte del Marqués del Valle. Lo he recordado hoy por la mañana al volver por el Retiro, con el invierno otra vez encima.
A la primera luz que al viento mueve,
trágico ruiseñor en la ribera,
joven almendro erró la primavera
y, anticipado, a florecer se atreve.
Pero trocando en átomos de nieve
el blando soplo al céfiro la fiera
mano de austro, en turbulenta esfera,
las flores desmayó (e)fímera breve.
Así mozo infeliz, cuando le advierte
el valle, el prado en flor anticipada,
desmaya ramas y pimpollos vierte.
Siendo de aquella fábrica dorada
tan breve el fin, que aún ignoró la Muerte
si fue con la descicha o con la espada.
[Copio el texto, con imperceptibles ajustes, que yo mismo edité en la Antología de la poesía española del Siglo de Oro (siglos XVI-XVII); Madrid: Espasa-Cape, 2007, 8ª ed. Col. "Austral", 472].
¡ya está aquí!
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