Compro pan y lo muerdo por la calle;
vuelvo a casa y medito la existencia,
ya casi nunca compro los periódicos;
tiemblo y sufro si cruza la belleza.
Luego trabajo, plancho, limpio todo,
cocino, escribo versos y novelas....
Casi en un tris lo de ponerme triste
si la tarde se va y la noche llega.
Luego vuelvo a pensar qué pasará,
en los remansos que el trajín me deja;
quizá seguir con pan y calle, pienso,
y soportar sin más lo que se aleja.
No sé qué hacer con lo que fue la vida.
Tampoco sé que hacer con lo que queda.
Al fin y al cabo, Pablo, todos somos humanos. (Veo que las grandes eminencias también)
ResponderEliminarYa sabes, Clara, que es una poesía, por tanto producto de la imaginación de un "rapsoda", que a lo mejor se ha inventado un sujeto lírico: el rapsoda nunca comió pan por la calle; el protagonista del soneto, sí. Tú puedes luego argüir que, sea como sea, todo ha salido de la misma cabeza.... Y ya la hemos liado. Un beso.
ResponderEliminarCon todos mis respetos, comer pan por la calle es requisito imprescindible para "ser escritor".
ResponderEliminarMil besos.
Estoy totalmente de acuerdo, pero la gente nose suele dar cuenta.
ResponderEliminar¡Ja, ja! Qué mala pata, sí señor. Un placer, señor Jauralde, seguiré atento a sus fabulosas entradas.
ResponderEliminarUn gran saludo desde Cádiz.