José J. Labrador Herráiz, Ralph A. DiFranco y Ramón Morillo-Velarde Pérez acaban de publicar el Cancionero de Sebastián de Horozco, maravilla de la poesía artesanal del siglo XVI, en la que el lector se divertirá, sin duda, disfrutando los versos añejos saturados de refranes, acertijos, chocarrerías, etc. que siguieron haciendo su camino al mismo tiempo que Garcilaso y los suyos suspiraban de amor. A veces hasta nos parece el Cancionero un diccionario poético de insultos populares. Todo rebrotará enseguida en la vena más rica de Góngora y sus epígonos; mejor dicho, todo volverá a mezclarse a partir de 1580, cuando los poetas vuelvan su mirada a la exquisita vulgaridad de la condición humana. Comentario más sesudo haremos en otros lugares, vaya por ahora el anuncio, con el consejo de su lectura en esta noticia breve.
Tarea impagable y fecunda la de Labrador y DiFranco.
Y he aquí una muestra típica, en dos coplas reales:
EL AUCTOR A UNAS MONJAS SUS DEVOTAS
Las que estáis en religión
muy castas y continentes,
suplicos que, con perdón,
me soltéis una qüestión
que se me viene a las mientes,
porque no soy adivino
ni alcanço vuestros primores,
y es que, pues creçe contino,
¿qué hazéis del vellocino
de las partes inferiores?
Porque si no lo cortáis,
respondedme dónde os llega,
pero si le desmontáis
dezidme si deseáis
aquello que se os deniega;
y si vuestro corazón,
remirando aquella alhaja
siente que aquel boquerón
no estava allí sin razón
ni fue para ençerrar paja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario