Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

domingo, 6 de febrero de 2011

Prologuillo al segundo volumen de la Biblioteca de Autógrafos Españoles

El II volumen de nuestra Biblioteca de Autógrafos Españoles, dedicado también a autores de los s. XVI-XVII, ya está en pruebas finales, y nuestro editor –Emilio Torné– y nuestra responsable del volumen –Carolina F. Cordero– me han pedido la notilla que lo encabece, que es la que sigue. El volumen III, preparado por Víctor Sierra, está ya en talleres, sobre autores del siglo XVIII. Y esta misma tarde de primavera invernal Javier Maldonado –que controla el volumen del s. XX junto con Diana Eguía y Grisel Estayno– ha empezado a enviar una segunda carta de invitación a algunos autores, cosa que, lógicamente, cumple hacer en los dos volúmenes finales, el del s. XX y el del s. XXI, que esperamos que esté en el taller –mexicano ahora– de Paula. En fin, Jan Cerezo y Tibi López andan elaborando las plantillas del volumen del siglo XIX. En algún momento desechamos realizar un volumen medieval, porque faltaban los autógrafos, por razones tanto ideológicas como materiales; pero es reflexión que en estos momentos anda en la cabeza del profesor Francisco Javier Hernández.

La ilustración que sigue proviene de una cala investigadora que efectuamos hace unas semanas Emilio, Ely y Clara en la Biblioteca y el Archivo del Palacio Real. Es un fragmento de una carta autógrafa de Villamediana (1610), que Ely en otro momento transcribirá. Inédito, desde luego, y como se lee, de su correspondencia al Conde de Gondomar.




Prologuillo

Dicen que es incierto el futuro de la letra manual y que, cuando se termine el periodo del teclado y del ordenador, llegará plenamente –ya ha llegado– la escritura de voz y la escritura mental, directamente del cerebro a, por ejemplo, la pantalla. Esperemos que no suceda el viceversa: que se lea nuestro pensamiento y nos lo escriban. Mientras tanto la vieja caligrafía y todas las palabras que terminan en –grafía o son de su familia están siendo atacadas por sistemas rápidos, funcionales, en los que domina el lenguaje fáctico, el contacto, sobre el comunicativo; y casi por esas mismas razones el desplazamiento estético se  deshace del lastre lingüístico y busca una vez más los apoyos de otros sistemas. Y digo una vez más porque solemos denominar a estas conmociones históricas “vanguardias”.
Es difícil saber lo que va a ocurrir exactamente, pero sí parece que la dirección es la del futuro. Por si acaso, la RAE se ha despachado con sus ochocientas páginas de Ortografía, que se quedarán mañana por la tarde “obsoletas”. Y ahora va el calificativo entre comillas porque era uno de los que yo creía que jamás se iban a naturalizar en español, y ahí lo tienen, vivito y coleando, absurdo y pedantón, como para animar a presagios.

La lucha por el sistema de fijación de la lengua es un campo de agramante –voy de minúsculas, por lo de la ortografía de supra–; la lengua es un big ban en expansión hacia el infinito y más allá. Afortunadamente las dos cosas se pueden atravesar ahora con zancos para llegar a la estepa solitaria, en donde van quedando los llamados “clásicos”, tímidamente anclados por si alguien les quiere preguntar qué fue de sus amores, de sus luchas, de sus bienes y males, qué se hizo el rey don juan.... (pongo cuatro puntos, como valle-inclán, recuerden que este prólogo va desaforado y tiene que terminar en la palabra “revolución”). Los clásicos cada vez nos dirán menos, no cabe duda, y se empecinarán en esencializarse, buscando reacciones constantes –pena, tristeza, alegría, melancolía, placer, dolor....– a causas que ya mis alumnos más jóvenes encuentran inextricables. Pero, ¿cómo se puede uno pasar doscientas páginas por haber visto unos ojos?  Y no se crean que la lejanía es la de siglos. Esplendor en la yerba (1961), la peli de Elia Kazan, no funcionaría hoy, bastaría un polvo rápido para cargarse toda la tensión de la trama. Estos días, por la muerte de María Schneider, he visto desacralizar y ridiculizar todos los mitos del cine erótico y progre de los setenta. Lo que parece evidente es que hay que ajustarse –el que le interese– los lentes de la historia para entenderla. Pero ese es otro cantar. Cantares, cantares, cantares que ya no se cantan así como así.

Si los clásicos guardaron algo que mereciera la pena, en el terreno literario se lo encomendaron al papel, la pluma, la tinta....; pero sobre todo a su capacidad para dibujar letras y componer lienzos de los que emanaran significados; porque, querido lector, el sonsonete burlón con que Góngora cantó al oído de una dama el “Ahora que estoy despacio / cantar quiero en mi bandurria”, mientras la dama, que a lo mejor tenía los ojos zarcos, se lo devolvía en pillerías, ese, no se ha conservado más que en testimonios indirectos de que así fue.

Y las letras había que dibujarlas, lo que se aprendía, con sangre, según el refrán, en las escuelas hasta hace bien poco. El dibujo de las letras y de sus enlaces y disposición es lo que estudia la Paleografía, aun cuando la disciplina no se suele usar en referencia a la letra del siglo XVI y posteriores, que entonces se habla de escritura.

La escritura de nuestros autores clásicos era, como la de las gentes de hoy, diferente según aprendizaje, uso, circunstancias y personalidad. Y se puede, claro que se puede, caminar desde las letras a las cuatro circunstancias antedichas, entre las cuales la última es la que nos lleva por un camino más problemático.

En este segundo volumen de la Biblioteca de Autógrafos Españoles –nótense las mayúsculas– completamos la colección de autógrafos de nuestras primeras plumas, nunca mejor dicho, aunque no la cerramos, pues aún luego nos han surgido otros autógrafos desconocidos, que podrán ser añadidos en nuestra güeb, poco a poco.

Un instrumento es, pues, para trabajar e investigar en el campo de la Filología; aunque a nosotros mucho nos gustaría que el lector lo convirtiera en fetiche y se enviciara con sus dibujos y sobre ellos trabajara e incluso investigara y encontrara nuevos textos de Cervantes, Lope, Antonio Carvajal, José Martí, Lorca, Concha Piquer, Esperanza Aguirre, Franco, Maribel Gutiérrez (no sé quién es esta dama), Perico el de los Palotes, Beatriz Montañez, Ronaldo, Julio Iglesias, Ángel Gabilondo, Pablo Jauralde, la sirena varada, si te he visto no me acuerdo, los Bakugas, Calderón... con los que acrecentar y profundizar los caminos que nos llevan a la Revolución.


2 comentarios:

  1. Tengo que reconocer dos fracasos.
    1-A pesar de intensas horas de búsqueda no he encontrado ningún camino de la revolución en Google Maps. ¿Piensas que sigue abierto?.
    2-No he conseguido encontrar la fuente Villamediana en Office.¿De donde la has bajado?.
    Bromas, malas, aparte, espero impaciente ver el libro a la venta.
    Un abrazo.

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  2. Gracias, Raquel Vázquez.iré a tu blog; pero piensa que esta página se ha quedado vieja; están en prensa ya los volúmenes III y IV de esta biblioteca.

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