Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

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domingo, 6 de febrero de 2011

Tu soledad es abrumadora, "El último tango en París"


Se está reponiendo El último tango en París, con motivo de la muerte de María Schneider, la pelicula de Bertolucci (1972), que quizá se vio tan mal en aquellos años, por culpa de la mantequilla, los desnudos y la imaginación de los españolitos reprimidos. Y que ahora recibe improperios de los cinéfilos, que quizá no sepan ver históricamente, y que cruzan la película con Garganta profunda (de ese mismo año) y otras joyas iniciales del cine erótico, o con el Pasolini más radical (Saló, de 1975). 



Yo he vuelto a verla sin esos resabios liberadores y pornográficos que no resisten, desde luego, la comparación con todo el universo pornográfico y comercial de hoy,  con la poderosa industria del sexo. Y la película gana, obviamente, gana; cobran dimensión más ajustada los motivos de fondo que recorren la cinta, que quizá se hayan expresado luego –sin "quizá"– de modo más completo, moderno, refinado, pero que ahí están soberanamente expuestos, en el momento oportuno: París, comienzos de los setenta, un hombre maduro que cruza el vacío de la vida y que no sabe qué ha ocurrido a su alrededor –suicidio de la mujer, que le engañaba con el vecino–; y una casi adolescente atraída por lo más extraño, que va aceptando todo lo que asoma, pero que en el fondo y por ahora solo le gustaría "jugar"(una escena hay que lo dice). La animalización del ser humano acorralado–por vía del sexo y la impotencia del conocimiento– cuando ha llegado al límite de su condición enfrenta al hombre maduro –Marlon Brando– y a la jovencita –María Schneider– en una película asfixiante, de fotografía enrojecida, llena de rincones oscuros y de caminos que convergen, sin que el film los haya trazado, solo sugerido.



La impenetrabilidad del conocimiento; la imposibilidad de superar la realidad; la soledad; la continua mentira de la vida.... son los temas que van jalonando las escenas, que culminan en la imprecación del protagonista al cadáver de la esposa suicidada, seguida inmediatamente del escándalo de la prostituta vieja y demacrada que quiere entrar en el hotel a media noche, la fuga del cliente a quien sigue y agrede el protagonista....

"Somos adultos", "Eso es algo terrible", se dice la pareja de jovencitos que van a casarse." Yo no entiendo nada de nada", comenta la protagonista cuando Marlon Brando vuelve a su lado. La vuelta a una relativa realidad del protagonista señala el comienzo del desengaño final de la adolescente, que empieza a ver alrededor el vacío y lo grotesco, a donde va a empujar a su ídolo pasajero. Después de la escena del tango, "se acabó" repite la adolescente, mientras le masturba, huye, le rechaza, termina pidiendo ayuda y, finalmente, le dispara.


El hombre solitario, sin quehacer, hombre ovillado, muerto, en la terraza desde la que se ven los tejados de pizarra de París. Es el lógico final de un guión que no iba a encontrar otra salida.
Las cosas hay que situarlas en su contexto: no siempre prolongan su significado sin perder parte de su valor. No se puede leer a Góngora como si sus problemas fueran los del encarecimiento del precio del crudo; pero se puede seguir admirando a Bertolucci.

3 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo. A mí la película siempre me pareció magnífica, aunque quizá hoy se le puede reprochar una visión excesivamente masculina (por poner un término algo neutro), pero eso también se puede predicar de Petrarca.
    Habría que relacionar la película con el gusto de Bertolucci por el sicoanálisis, muy de moda en aquellos años, si no recuerdo mal, sobre todo en la Italia inmediatamente anterior a los años de plomo. Sobre el que luego volvió en La luna.
    The dreamers, donde también hay una dosis considerable de sexo y de la que nadie ahora se escandaliza, es continuación del Último tango. De ella decían que Bertolucci había convertido el sesentayocho en sesentaynueve.

    Nota: los movimientos de la cámara en travellings picados por las calles de París son gongorinos, amigo Pablo. Y el ovillo lo repetirá Brando en el Padrino, ese mismo año.

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  2. Gran crítica cinematográfica. Deberíamos poder introducir asignaturas mixtas de literatura y cine contemporáneo en las universidades, por ejemplo, en la asignatura de poesía actual.

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