Domingo. Tengo mucha plancha, mucha;
y me he enfrascado en el epistolario
de Páez, el cronista que se fue
a Quer, un pueblecito de la Alcarria,
rodëado de renuncias y de libros
que acabarán en plúteos reales
del Escorial, mortajas de la historia,
relicario de nuestro siglo de oro.
Leer y pensar, pensar y conocer,
atravesar por los renglones viejos
depositados para meditar
lo que nos entregaron meditado.
Terminaré el epistolario y luego
plancharé solamente lo preciso.
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