He reiniciado itinerarios, paseos y visitas al Madrid histórico, tanto en su vertiente documental, con visitas en donde se encuentra depositada la documentación histórica, como real, a calles, plazas, monumentos y lugares. De entre las cosas que andaban en cartera, el “Conde-Duque”, denominación coloquial al viejo cuartel de la Montaña, en donde se agrupaban varias cosas, particularmente la hemeroteca, el archivo y la biblioteca municipal. Durante los últimos años, siempre que acudía se me remitía al final de las obras; y así me ocurrió hace un año, la última vez, cuando se me aseguró que estaba a punto de terminarse todo. Fui prudente y dejé pasar eso, otro año. Ayer volvía a estar todo a punto de trasladarse a las nuevas instalaciones, esta vez parece que muy en serio, y con buena pinta y excelentes referencias.
A punto de comenzar el curso y
para preparar los itinerarios de investigación de alumnos y colaboradores, he
realizado, de todos modos, las calas necesarias sobre ese enorme centro que, si
todo se produce como parece, va a ser uno de los grandes centros de
investigación de humanidades de este país, y si así ocurre, habrá que
proclamarlo y aplaudirlo, por lo de césar y de dios.
Para empezar, la gentileza,
simpatía, buen hacer, disposición y –en los casos a los que me asomado–
competencia del personal que atiende al público, desde la entrada misma
(gracias, Yolanda), a las indicaciones para encontrar la guía de un documento
en el inmenso pajar del Archivo (gracias, señora subdirectora ¿Rosario?); cuando
se inquiere sobre los excelentes fondos de la Hemeroteca (gracias Cristina
Antón); o cuando se llega a la Biblioteca Histórica (gracias Ascensión
Aguerri), pasando por la simpatía y capacidad de comprensión de quienes
entienden a los lectores de microfilme, de quienes controlan las salas, de
quienes manejan las terminales. Ojalá ese ambiente se mantenga con la apertura
de todas las salas del nuevo edificio y se pueda seguir con el “trabajo
gustoso”, oxímoron de Juan Ramón Jiménez que me gusta tomar prestado (la
etimología más probable de “trabajo” es el tripalium latino, es decir, la cruz de la tortura y muerte).
Edificio y barrio del Conde-Duque
tienen su historia, de la que será ocasión hablar en otra entrada; también lo
tienen, particularmente, cada una de las secciones de este conjunto. Me he
referido a las tres esenciales para la investigación histórica, pero el
conglomerado tiene muchas más, que se agrupan o dispersan de modo que a veces
es difícil localizar qué pasa con sus fondos, con sus artilugios o con sus
gentes. Por ejemplo, confirmo ahora que una de las joyas del ayuntamiento, la
imprenta artesanal, dirigida por otro especialista –José Bonifacio– en el que
concurren además de las virtudes cantadas arriba, su exquisita competencia y su
apertura docente; pues bien, decía, la imprenta artesanal se ha trasladado a su
lugar de origen, me dice, que supongo que es en los alrededores de la plaza del
Ayuntamiento, ya lo veré. También he preguntado qué es lo que pasa con el Museo
de Fuencarral y sus fondos, con el nuevo museo de Príncipe de Vergara, etc. que
no sé en qué medida se van a ver afectados por esta especie de centralización
que significa la reapertura de Conde-Duque.
No me he limitado a mirar el
apabullante edificio, con sus cuatro patios –además, no se puede visitar
todavía–, sino que he intentado efectuar las clásicas calas de investigación en
cada uno de los centros históricos: archivo, hemeroteca y biblioteca.
Guarda el archivo desde 1152 una
documentación riquísima: dudo que existan muchas ciudades en el mundo que
puedan haber conservado lo que aquí se almacena, con todos lo problemas típicos
del almacenamiento y recuperación de ese legado, que irán, saliendo, supongo,
en temas de estudio e investigación. Bastaría por ahora con decir que, de las
calas que he efectuado (media annata en 1643, el obispo de Granada en Madrid en
1639, el papel timbrado en la década de 1630, los agustinos recoletos entre
1620-1630, primeras noticias sobre el parque del Retiro, la calle Leganitos, el
Colegio y Convento de Santa Isabel en Madrid....) he recuperado documentación
en todos los casos, aunque con matices, desde luego: por ejemplo conventos e
iglesias tuvieron su propia historia documental, que normalmente
–desamortización por medio– se dispersó a otros lugares, razón por la que el
primer documento recuperado del convento de Santa Isabel es de 1705 solo (su
fundación es de 1598), aunque aparecerá documentalmente en “beneficiencia” o
“recogidas”, pues las pecadoras fueron muchas veces allá, a este centro actual
del opus, que no se puede visitar, a pesar de ser Patrimonio Nacional. ¿Tendrán todavía pecadoras recogidas?
Proyecto de embarcadero en el lago grande del Retiro –que no se realizó–, hacia 1910 |
Para volver al archivo, no está resuelto todavía
–en otros archivos tampoco– el larguísimo camino de partir de los índices, la
mayoría viejos de unos ochenta años, para leer inventarios en pantalla de
lectores de microfilme (¡a veces con lupa!), y recorrer en pantalla presuntos
legajos (creo que son facticios) de ochocientas páginas: es una tarea ardua y
desesperante, que no era así cuando –como ocurre en el AHPM– tienes el legajo
físico delante. Pero no se pueden prestar los originales; también lo sé. Habrá
que imaginar modos de trabajo, soluciones.
Se puede brujulear por las
páginas del catálogo en esta
página, sobre la clasificación de fondos:
http://www.madrid.es/portales/munimadrid/es/Inicio/Ayuntamiento/Cultura-y-Ocio/Cultura/Archivo-de-Villa?vgnextfmt=default&vgnextoid=cd507aefd9b5b010VgnVCM100000d90ca8c0RCRD&vgnextchannel=2e2b9ad016e07010VgnVCM100000dc0ca8c0RCRD&idCapitulo=1247393
http://www.madrid.es/portales/munimadrid/es/Inicio/Ayuntamiento/Cultura-y-Ocio/Cultura/Archivo-de-Villa?vgnextfmt=default&vgnextoid=cd507aefd9b5b010VgnVCM100000d90ca8c0RCRD&vgnextchannel=2e2b9ad016e07010VgnVCM100000dc0ca8c0RCRD&idCapitulo=1247393
De entre los documentos que he
recuperado en las calas, reproduzco uno, bastante curioso, para trasladar una
estatua en el Retiro, de finales del s. XVII.
El archivo cuenta con 1474
documentos digitalizados:
La Hemeroteca Municipal de Madrid
posee uno de los fondos mejores que conozco de este tipo de publicaciones y,
además, avanza sobremanera en un catálogo en línea y físico, hecho con primor.
Va la ilustración y la dirección.
Al catálogo se llega con
Al catálogo se llega con
Era ya tarde y, pertrechado de todo tipo de folletos, direcciones y demás me entretuve en la salida recogiendo muestras de la propaganda informativa municipal, de entre toda ella, excelente el folleto mensual esmadridmagazine –pienso en mis alumnos de erasmus, por ejemplo, a pesar de esa vertiente anglicista que duplica su texto.
Relato de la quema de la Plaza Mayor (1631) |
Tarasca (c. 1660) |
No fue lo último de una mañana
aprovechada y grata, pues por indicación de alguno de los mentados arriba, salí
hambriento para elegir, entre los múltiples restaurantes que ofrecían su menú
del mediodía, el de “Dos fogones”, en la calle San Bernardino. Estupendo el
risoto, la parrillada de pescado y la macedonia –diez euros–, en un ambiente
grato.
Todas las ilustraciones documentales proceden de las páginas visitadas y referidas.
Volveré, por ahora, los viernes
por la mañana.
Una duda. Así, a primera vista, la última foto en blanco y negro que pones parece no corresponderse con el pie de foto (donde dice callao y gran vía antes de la modernización), ya que parece más bien alcalá con gran vía, dadas las referencias de las iglesia de san josé (aquí a la derecha) y las calatravas (al fondo a la izquierda). Qué bonito frente al de ahora, con antonio lópez y todo de por medio.
ResponderEliminarInteresante ilustración la de la Tarasca y, en la Biblioteca Histórica, debe ser que la "atención exquisita" varía según quien se presente.
ResponderEliminarPues yo no me ideintifiqué ni a la entrada, ni el archivo, ni en la hemeroteca.... fui casi siempre un consultor anónimo. A ver si hay más suerte cuando vuelva usted; aunque la verdad es que debería de ser siempre todo cordial.
ResponderEliminarPor cierto, hay más tarascas, y esta no era la más aparatosa.