El Retiro de fiesta los fines de semana; no sé si porque va siendo la única posibilidad de sentirse a gusto con gente, amigos, fuera de casa.... sin gastar dinero, sin necesidad de cumplir con diversiones prefabricadas, o porque el otoño anda perezoso y todavía deja que el calor del verano remolonee. El caso es que este fin de semana el Retiro resplandecía de gente, que tardaba en irse cuando ya apenas quedaban luces. Además, esperaba un lunes de huelgas y trabajos.
Es verdad que algunos modos de diversión todavía eran los establecidos o inventados más o menos oficialmente, aunque sin demasiada complicación –las barcas, el flamenco, los quioscos....–; pero los más eran, afortunadamente, artesanales, simple resultado de la reunión de dos o más personas que querían estar juntas y hablaban, cantaban, comían o jugaban.
Uno de los que más me llamó la atención: de la plaza que ocupa el viejo templete de música venía música, creo que eran tangos: la gente lo había convertido en una preciosa sala de baile, con música que ellos mismos habían llevado.
Desde allí, o desde el roble de las penas, en donde descansé de mi paseo en bici, se veían multitud de grupos: payasos, marionetas, cantantes.... Parecía una feria de gente, un domingo de feria con la sola atracción de nosotros mismos. Un modo de burlarse de la crisis y de sobrevivir.
El sol velazqueño, si uno se asomaba a los paseos que miran hacia el oeste, doraba todo por encima del Casón del Buen Retiro o de las arboledas del Prado.
También volví a casa cuando ya era de noche; pero aun quedaba mucha gente; y además, supongo, empezaba la tranquilidad de los amantes, a montones. También ese era un modo artesanal de enfrentarse al estado de cosas.
parasol de la china |
Y he vuelto hoy por la mañana, camino de la Biblioteca Nacional, por los senderos solitarios, en los que ya se adivina la cercanía del otoño, como en en los frutos secos del parasol de la china, uno de los árboles exóticos del Retiro.
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