Madrid sigue con un calor insoportable a las horas avanzadas del día, de manera que en el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid he salido a preguntar dónde estaba el botijo, y estaba donde siempre, sudando, con un papel debajo para enjuagar el sudor. Con eso y con que quien me lo ha dicho ha sido Adri –de la que me he quedado totalmente prendado, como dios manda– he podido alcanzar el límite de la mañana para tomar refrigerio de menú en el Parterre, el pequeño restaurante que hace semiesquina de Alberto Bosch con Alfonso XII, y que pertenece a esa estirpe de excelentes casas de comidas madrileñas, vigiladas y cuidadas por el dueño, con su abanico castizo de platos en el menú: gazpacho, ensalada, paella, emperador, conejo, huevos historiados.... Para que nada falte, paredes con cerámica de sabor talaverano, servicio eficiente y rápido; mucho ejecutivo sencillo de la zona –¡demasiadas corbatas!–.
Me he puesto a leer algunas de las copias que he sacado de legajos hoy por la mañana e inmediatamente he lamentado que Adri no me acompañara a leer aquello entre sorbo y sorbo del tinto de verano, porque como se verá por la ilustración, el documento se las trae: demasiado viejo, demasiado dañado. Y es a este punto a donde quería llegar ahora, porque al reiniciar el curso –el mío– y proseguir con los temas que están en marcha (que si el Madrid histórico, que si la métrica, que si el Lazarillo y Villamediana, que si las recetas, etc.) había pensado soltar una primera entrega de documentos del Conde de Villamediana y rematar otra rebusca sobre el Lazarillo –en tanto Mercedes Agulló prepara la publicación del inventario de la biblioteca de Juan López de Velasco–; y aquella propuesta que me había llevado al inventario de un librero en 1572 en Madrid.
Pero resulta con el simbargo y vaya por dios que esos legajos cuanto más viejos son más pellejos, como los humanos, y que el legajo me ha devuelto estas páginas, la de abajo es una muestra.
Espero que nadie me haya oído los tacos que he soltado delante del microfilme, porque estos legajos tempranos están microfilmados (es un 600); tampoco nadie me los ha preguntado, como hace mi hijo cuando pierdo las gafas y mascullo palabros, que agudiza el oído y me persigue por la casa a ver si aprende tacos nuevos.
Espero que nadie me haya oído los tacos que he soltado delante del microfilme, porque estos legajos tempranos están microfilmados (es un 600); tampoco nadie me los ha preguntado, como hace mi hijo cuando pierdo las gafas y mascullo palabros, que agudiza el oído y me persigue por la casa a ver si aprende tacos nuevos.
"–¿Qué has dicho, qué has dicho....?
– He dicho "caray".
– No, no era eso, terminaba la primera en "ones" y luego había otra que terminaba como en punta.... Anda, ¿qué has dicho?"
Está difícil de completar el Lazarillo, en lo que mí concierne –otra cosa es la compleja documentación de Mercedes Agulló, que ahora trabaja con Reyes Coll-Tellechea–, y está difícil, porque también me queda por llevar a letrería de ahora las caprichosas anotaciones de Felipe II, que como era rey pensaba que todo el mundo había de entender sus garabatos en las márgenes de otros escritos. ¡Y en garabatos dejó lo más interesante o, al menos, el diálogo más interesante sobre cosas de nuestra incumbencia! ¿Habrá alguien que se atreva a transcribir los de la biblioteca Zabálburu?
Otra de las rebuscas me ha llevado a un documento que me ha salido extenso, el testamento de Juan de Tassis, padre, en 1607. Sobre Villamediana he acumulado una rica documentación y no sé qué hacer con ella: procede de bibliotecas y archivos italianos, de la Biblioteca de Palacio Real, de la BNE y, desde luego, del AHPM, en donde hay aproximadamente un centenar de documentos suyos o de su contexto familiar (Alejandra, Pompeo, Antonio, Luis de Guzmán, etc.) con los que se puede rehacer buena parte de su vida cortesana. Yo creo que no sé han engavillado nunca, desde luego no los he visto en la sarta usual Cotarelo, Rozas, Rosales, Casanova, etc. Lo ilustro con su primera y su última página (son 20); me falta por corroborar si está en Pérez Pastor (Madrid), que no lo tengo cerca y la BN cierra muy pronto (a las 18).
De todos modos, como tengo que transcribirlo, seguiré indagando o alguien me avisará.
Sería estupendo que refrescara y que pudiera transcribirlo, a la caída de la tarde, sentado en el banco del roble de las penas, con alguien que supiera hacerlo debidamente, alguien de archivos, vamos, con quien podría tomarme un botijo entero de paleografía.
Genial la entrada! y el botijo sigue ahí para cuando quieras!
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