Todos los años se celebra en la playa de Pantín una competición de surf, que ese año es –suele serlo– puntuable para el campoeonato de mundo, sobre todo en su modalidad femenina. La playa habitual, de agua fría, limpia, virgen, se suele llenar de gente, que ocupa la colina frente al mar y contempla desde por la mañana hasta el atardecer la competición. Para los profanos tiene alicientes que los organizadores no calibran de igual manera: color, exotismo, los nuevos fotógrafos –con cámaras voladoras que graban desde el cielo– y, particularmente, una verdadera exhibición musical, de música moderna, que difícilmente se encuentra –y menos reunida– en establecimientos comerciales. Hubiera preguntado títulos y nombres, pero hay una cierta aglomeración, regularmente organizada por el ayuntamiento de Valdoviño, entusiásticamente proclamada por los devotos de este deporte, que exige amor al mar, fuerza, juventud. Hermoso deporte, del que doy un breve reportaje fotográfico.
Normalmente la competición aprovecha las mareas altas. Pantín suele suministrar buenas olas; pero en alguna edición recuerdo que mal horizontal y a los organizadores desesperados. Los competidores vienen de los cuatro rincones del mundo: brasileños, australianos, franceses, americanos, nórdicos, asiáticos.... y entre ellos, algunos gallegos, cántabros y vascuences, que suelen hacer buen papel.
Resbalan sobre el mar, en la cresta de la ola, trazando semicírculos con rapidez y balanceándose sobre la tabla, que mantienen en tensión, con los dos pies en posición característica. Es un bello deporte, la verdad.
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