Es casi imposible lograr un grado de repugnancia
generalizada hacia la clase política como
el que se ha conseguido durante los últimos años en España. La conjunción de
ineficacia, corrupción, invasión de competencias y absoluta falta de conexión
con la gente ha logrado que se dé la vuelta al entusiasmo con el que se
aplaudió en cambio de signo que fue el fin de una larga dictadura.
Quizá no haga falta explicar lo de corrupción e ineficacia,
ya que son términos, desgraciadamente, fáciles de entender, y cuyo significado
se remacha una y otra vez, o que aprendemos sencillamente de saber lo que está
pasando: los políticos –verbo y gracia– cobran sobresueldos, primas y
cantidades que no están estipuladas en su salario, lo que parece que es normal,
aunque la ley –por ejemplo la de incompatibilidades– diga lo contrario: pasa,
se acepta y hasta se dice en el Parlamento, hemiciclo de espantapájaros, de
notoria ineficacia, formado por un montón de gentes una de cuyas características es que se sabe siempre lo que van a decir.
De la ineficacia hay tantas muestras que es difícil dónde
elegir, aunque bastaría con proyectar la enorme mancha del paro o del dinero
negro o de la banca para dejar convencido al más recalcitrante. De grandes
manchas se puede pasar a campos, personas, proyectos, detalles.... Hablaré de lo
que conozco: hace poco, cuando mis mejores alumnos iniciaron la diáspora
–Estados Unidos, Francia, Alemania....– alguno de ellos se creyó los anuncios
para emprendedores de la Comunidad de Madrid: resumo el calvario que consistía
en atravesar administraciones, pasar por gestorías, ayuntamientos y
comunidades..... que imponían sus tiempos, sus condiciones, sus consejos.... ¡y sus tasas! Lo
primero que ha de hacer un llamado “autónomo” es pagar, y no cualquier cosa,
sino una cantidad mensual, más otra inicial, más la gestión. Misión imposible
que en otros lugares se solventa vía internet en un solo día, o que recibe el
apoyo –no la voracidad económica– de la administración. Colegí que era imposible ser un "emprendedor" mientras haya una administración enfrente: en España hay varias.
Lo malo de estas situaciones es que además, el político y su jefe de
la ventanilla de turno, “te lo explica” y te lo razona. Ese es precisamente el
otro problema que habría que solucionar rápidamente, el más peligroso: la
absoluta invasión de competencias por parte de los políticos, que han
convertido en materia de su escasa capacidad la sanidad, la educación, el
trabajo, las carreteras, la investigación.... Todo pasa por la meliflua influencia del político de turno o de alguno de sus derivados. ¿Cómo se puede haber llegado a un
estado de cosas por el que son los políticos los que establecen las asignaturas
que un bachiller debe estudiar, el número de anestesistas de un hospital, la
resistencia de materiales de un puente o hasta dónde llega el sistema de
frenado de un tren?
Por un lado son esos individuos y por otro son sus tropas,
organizadas en partidos políticos, que se han saltado a la torera la atribución
de competencias y ejercen descaradamente en esferas alejadas de su competencia
en donde nunca hubieran debido entrar a administrar ni a decir, con el
agravante de que con esa organización, se producen descaradamente los juegos de
influencias de los que se impregnan: constructores que pagan a quienes suponen
que va a tomar la decisión “política”; colegios religiosos que se apoyan en la
dudosa moral de Gallardón; hospitales que se reducen a favor de consorcios de
propiedad privada, que presiden exconcejales; terrenos que se compran y venden; etc.
La politización de la esfera pública es una pandemia de la
que va a resultar difícil salir: para
conseguir la higiene de la política el individuo al que no ha quedado más
remedio que elegir entre muchos, debería mirarse el ombligo y reconocer el
cáncer, lo que es más que improbable, porque con el dinero que le da su cargo,
más el que le añade el partido, más el que roba, más el que se le pega por las
gestiones que hace y que presenta como imprescindibles, come, da de comer, se
compra lo que siempre ha querido y se procura un retiro acomodado. Y esa actitud, oblicua pero certeramente, es la que se deduce de una "sociedad liberal" –digamos, capitalista– en la que cada uno vale lo que su esfuerzo y su sagacidad. Esfuerzo y sagacidad que no se controlan socialmente arruinan cada día este país.
Habrá políticos honrados; por supuesto que los habrá, pero
eso no es suficiente. Habrá políticos conscientes de que hablan y deciden de lo
que no saben ni entienden: menos, de esos hay menos; ser elegido parece que les ha
dado patente de corso para llevar su moral privada a
la esfera pública y convertir el rosario de su abuela en viacrucis de quien no cree, y cosas así.
El mundo de la política necesita de una regeneración
radical, pero, por favor, que no sea la que organicen, dispongan e intenten
llevar a cabo los políticos.
Juan Genovés |
La ministra cara de cemento antes fue de Sanidad, si es que valen para "chupar" que da gusto.
ResponderEliminarEstupenda entrada, a ver si tus lectores se despienan y mojan un poco y dan su opinión. Yo ya estoy metida hasta el cuello, jajaja, un poco más y glup!
Bicos, Pablo.