Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

martes, 4 de diciembre de 2012

Paseos por el Madrid histórico, de la portería de Pez 38 a la sor de San Plácido


Valdecillas, subida a la biblioteca y sala de exposiciones
A media mañana el descanso me ha venido a modo de tranquila charla con Pablo, el portero del 38 de la calle del Pez, cuando después de pasar por Valdecillas –biblioteca histórica de la Complutense– acababa de visitar el palacio Bauer, con mayor detenimiento que otras veces, por la buena voluntad y simpatía de quienes lo regentan y lo guardan, mucho más de agradecer por cuanto se oían las voces e instrumentos de los ensayos, ya que ahora es la Escuela Superior de Canto (San Bernardo esquina calle del Pez). Tendrá su entrada en este blog.

escalera de Pez 38
Y la charla con Pablo ha sido grata y provechosa: ha sido él quien me ha indicado que visitara el patio del 27, enfrente, aunque está en obras y la fuente a riesgo de perderse, y quien me ha recordado que en el 36 se rodaron algunas escenas de la última película de Segura –que por ahí vive, no diremos dónde exactamente. 
Yo le he preguntado que cómo limpiaba una escalera tan grande, con esas barandillas de madera contorneada, y mientras me lo explicaba –que con plumeros–,  hemos ido comentando otras historias de la calle del Pez que han sido escenario o motivo de hechos recientes: que si las canciones de "Siniestro total" alusivas al bar Palentino, que si la película de Amenábar, que si las aventuras con la censura del viejo cine Pez (hoy teatro Alfil), que si los artistas de la casa ocupada, etc. 
Todos podrían remontarse a los conocidos sucesos del viejo convento de las benedictinas, el de San Plácido, cuya documentación exhumó cumplidamente en su momento Mercedes Agulló y que ha sido motivo de tesis doctorales y hasta motivo de novelas (la de Torrente Ballester), de la que en este blog se ha dado cuenta de un extenso e interesante manuscrito autógrafo, en lo que se me alcanza inédito, en la que relata la historia uno de sus protagonistas, el hermano de la superiora.

detalle de escultura en madera del salón de actos
del Palacio Bauer
¡Cuántas cosas en la calle del Pez! La semana pasada visitamos la casa ocupada (el 21) y hablamos con más vecinos, que siempre añaden matices nuevos –inventados o reales: Pablo, por ejemplo, me ha contado hoy a su manera la permanencia del bar Palentino, en la esquina de la plazoleta, uno de los clásicos de siempre, por voluntad y noble empecinamiento del dueño, que se ha negado a modernizar, cambiar, vender, etc. y que sigue teniendo el bar lleno. El investigador constata, además, que en su público no hay distinciones: parejas, emigrantes, gente mayor, obreros de pincho y caña, extraviados como yo, etc.

Aunque he ido pertrechado 
de documentación (por cierto: suele ser lamentable la que proporcionan las primeras veinte entradas de Google, que además se copian unas a otras; al lector de este blog le iremos contando otras, auténticas), charlar con la gente a veces es el mejor modo de visitar un barrio, un monumento, callejear, etc. Yo lo he hecho hoy con tanto provecho que casi se me va el relato más a la condición agradable del extraordinario restaurador de Valdecillas –Javier Tacón–, del colega que allí he encontrado, de quienes me han enseñado el palacio Bauer (¡gracias!), de la monjita –una benedictina– que me ha abierto San Plácido, de la dama con la que he hablado en San Antonio de los Alemanes (nos hemos pasado el agua bendita con los dedos, cosa que ya no se hace, creo), el vecino de las benedictas de San Plácido que me ha dicho dónde llamar y cómo hacer con esas monjitas "que son unas santas", de la chica que hacía la calle en una esquina de la Ballesta cuando yo sacaba la foto a la casa donde vivió Rosalía de Castro –y que, lamentablemente, he tenido que rechazar, a la chica no a la foto–.... hasta terminar, agotado y con la sensación de deber cumplido, al filo de las dos.


– ¿Y cómo le llamo? ¿Hermana o madre?
– Sor.
– ¿Forman muchas la comunidad, sor?
– Somos trece. Esos dos altares laterales también son de Claudio Coello.
– No hay órgano.
– No. En las pechinas, las abadesas. Voy a dar la luz
– ¿Dónde está el cepillo?
– Dámelo en la mano....
– Ha debido ser milagro de Santa Hildegarda, sor, porque tenía un billete de cinco preparado para el cepillo y no lo encuentro; tengo que darle uno de veinte...
– No me dé tanto.
–Hace mucho frío aquí, seguro que lo necesitan.
–Espere, espere....

Y me ha sacado un folletito y un montón de postales, entre ellas dos del Cristo (c. 1609) de Gregorio Fernández –del que hay media docena de copias repartidas por iglesias y conventos, todas estremecedoras. Le he comentado el de las clarisas de Palencia, pero me ha mirado sin decir nada. No sé, puede que sea conversación peligrosa la competencia de Cristos yacentes. En 1609 ocurren muchas cosas tristes en la Monarquía Hispánica, es el año de la tregua, y de las rimas sacras  de Lope.

Cristo yacente, de Gregorio Fernández (San Plácido)
Cuando cierra el portalón de la iglesia, la sor, encorvada y viejecita, con andares de alguna deformación o de alguna enfermedad mal curada, deja un filo abierto y por primera vez, detrás de unas enormes gafas antiguas, esboza una medio sonrisa antes de cerrar:
Vaya ahora, ahora mismo, a San Antonio de los Alemanes, que estará terminando la misa y puede entrar....
– Gracias, sor, gracias.
Y llegué a tiempo a San Antonio de los Alemanes, cerrando el final de la calle del Pez, y entré a ver el esplendor de la cúpula ovalada chorreando pinturas –Lucas Jordan– y dorados. Ya lo contaremos. También fue lugar de recogidas, con su hermandad, es decir de mujeres que hacían la calle y a las que se recogía durante la Semana Santa, a ver si se arrepentían. En las calles de los alrededores (Desengaño, Ballesta, Palma, etc.) quedan todavía muchas que no se arrepintieron. 



2 comentarios:

  1. ¿Es esta la calle?
    http://goo.gl/maps/1vbCQ
    (el link es un enlace de google maps)
    No pude ubicar allí más que el teatro Alfil que está marcado.

    ResponderEliminar
  2. Sí, esa es: si se sale del metro de Noviciado (era la zona de los jesuitas, de ahí el nombre) y se cruza la calle ancha de San Bernardo se entra en ella. Que el metro (línea 1) es de los más viejos se sabe por la estrechez de la entrada, entre otras cosas, y de los andenes. Haré un par de entradas más para dar cuenta completa de esa red de callejuelas, Julia.

    ResponderEliminar