Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

martes, 18 de diciembre de 2012

Montmartre, una mañana de sábado

Mercadillo de pintores
Montmartre es territorio de turistas, inevitablemente, pues nosotros también lo somos. Lugar que dejó de ser lo que históricamente fue y ha pasado a escaparate de mercachifles, feria de baratijas, tránsito de palurdos y nostálgicos. A buen seguro que entre todos ellos habrá un buen pintor, quien sepa trazar con un dibujo lo que la realidad oculta, quien ponga sobre un violín lo que la mañana grisácea de un parís lejano le sugiere. Habrá, habrá, habrá. No lo sabremos, porque nos han imbuido de un resabio falso: el del tesoro del pasado, donde las cosas cobran la pátina del prestigio y se asoman a nuestros ojos sin las legañas de lo cercano. Y sin embargo, solo lo que nos pica, duele, acompaña, se degrada y va a desaparecer tiene verdadero sentido para nosotros, que nos vestimos, aunque no lo sepamos, de tiempo y olvido. 

Museo de Montmartre


Poco valor tiene el pasado si no lo refiriéramos a nuestro precario y espléndido presente, el que llevamos unas veces con cansancio, otras con ilusión, las más con la inconsciencia colectiva y cierta de que mientras no se piense se vive.



Curiosamente, los alrededores del Sacre-Coeur están casi vacíos: las callejuelas inclinadas o con escalinatas que suben y bajan de la montaña no ofrecen ningún dato concreto al visitante: en el jardín de la loma no se sabe si pintó Van Gogh, sobre aquel adoquinado húmedo no resbaló Monet, ni se rebañó las narices Dalí.... ¿La borrachera de Verlaine fue en "Le Consulat"? 


Mantengamos nuestra admiración limpia hacia el pasado, para seguirnos soñando como animalitos puros, capaces de almacenar los detritus de la historia, debidamente purificados por nuestra necesidad de aceptar solo lo mejor. Y aquí, en esta montaña de las afueras parisinas, atiborradas de turistas y de emigrantes que venden lo que enriquece las industrias de Cantón, paseamos divertidos, curiosos, asombrados, y también algo cansados.


Entre las ramas secas del árbol invernal, paris se extiende a lo lejos, gris y turbio. La imagen puede tener interés, quizá belleza; pero esconde el trajín de millones de personas.
Cuando bajaba, me he acordado –yo también– de la ventana de la habitación donde murió Vallejo, del hotelito donde se hospedó Antonio Machado (en Odeon), de Mompou intentando matricularse en el conservatorio, de Blas de Otero asomado al Sena.... ¿Todo purificado?: el sufrimiento metafísico de Vallejo, las ilusiones perdidas de Machado, la incapacidad juvenil de Mompou (nunca le aceptó Fauré), la profunda amargura de Blas de Otero. Todo purificado.
París me iba contestando con calles, lugares, gentes y fachadas.


2 comentarios:

  1. Qué bonitas las fotos y la descripción.Cuando estuve con Cris en París nos alojamos en un hotelillo muy cerquita del Sacré Coeur, en una de esas calles estrechas y en cuesta, y nos enamoró la ciudad y especialmente ese barrio tan particular. Subimos unas tres o cuatro veces a la Place du tertre por las escaleras infinitas que van a la basílica y las vistas son conmovedoras, las tengo grabadas en mi mente. ¿Por qué nos llamará tanto la atención París a los que nos gusta la literatura?. Si pudiese volver a una ciudad lejana, siempre lo haría a París, tiene tanta magia...
    Brazos.

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  2. Aqui una que no conoce Paris jaja por lo que va asomando por aqui parece delicioso y el texto de Pablo cierto que no se queda atrás.
    Hacía días que no te leía. Ayyyyy mira que privarme de este placer!
    Because.

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