Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

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domingo, 30 de diciembre de 2012

Los Mendoza y el mundo renacentista

El título de la entrada es el mismo que el del libro que me ha llegado con la Navidad, y que estoy leyendo, a poco, por cierto de terminar el de Juan Varo (Universidad de Granada) sobre Don Diego Hurtado de Mendoza y la Guerra de Granada en su contexto histórico (Valladolid: Universidad, 2012). Abrumador el clan de los Mendoza en nuestra historia de hace siglos, como abrumadora la personalidad de uno de los que empuñaron la pluma –don Diego–, que además sembraron Europa y América de vástagos, por causa de los "dulces pecados", como yo los voy a llamar para en adelante. De hecho, don Diego sale de una de esas ramas dulces, y quizá llevaba un gene de dulzura pecataminosa, a juzgar por las cartas que se cruzaba, por ejemplo con el Duque de Alba. Y ya se sabe, la dulzura a veces se trasformaba en creación, poética en el caso del Marqués de Santillana, de Íñigo de Mendoza, de Juan Hurtado, de don Diego.... 


Sin embargo el ramalazo de hermosura de Inés Íñiguez de Mendoza, que cautivó a Alfonso XI de León, no parece haberse transmitido a don Diego, del que hay pocos retratos, pero muchos comentarios sobre su varonil fealdad, quizá más cercano a uno de los amantes de Inés apodado "cabeza brava", con el que casó y engendró. En todo caso, los historiadores han subrayado el "carácter pasional" de muchos de los individuos de este clan. U ocurría que la belleza afloraba en la rama femenina, como con Juana de Mendoza (+ 1431), la ricahembra de Guadalajara, cuyo anecdotario podría servir de emblema a feministas de pro, pero que traigo a colación porque en su larga vida dejó también reguero de hijos. Ese es el camino que llega al Marqués de Santillana, en cuya descendencia se encuentra el pilar de los mendozas renacentistas: Pedro González de Mendoza (el gran cardenal). Luego, durante casi cien años, un avispero son los mendozas, del que se puede disfrutar entrando en este libro, resultado de una reunión de investigadores.

Poco se podrá avanzar en la biografía de don Diego mientras no se transcriba cuidadosa y enteramente el testamento, tarea que le encomiendo vivamente a su múltiple editor y corifeos –le dejo un par de muestras del más de centenar de páginas que lo recogen, la primera autógrafa– y mientras no se recojan con escrúpulo de historiador paciente los millares de documentos que fue dejando en su larga vida y que no son tan difíciles de localizar, aunque algunas veces sí lo son de leer.


Voy a reproducir asimismo uno de los complejos cuadros genealógicos que Jose Luis García de Paz edita en el primer artículo del libro; su confección (2001) fue de Sánchez Prieto-Ana Belén, y su utilidad es grande para que el investigador y el lector no se pierda demasiado en el oceano de los mendoza.










5 comentarios:

  1. ¡Muchas gracias por tu lectura, Pablo! A mí no me parece tan feo don Diego, al menos en el retrato de Tiziano. Abrazos. Juan Varo.

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  2. Muchas gracias por tu reseña Pablo.
    Un abrazo
    Jose (UAM)

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  3. Estimado Pablo, lo primero muchísimas gracias por tus referencias y consejos. Lo segundo, desconocía que el testamento de Diego Hurtado permaneciera sin transcribir (el de Antonio de Mendoza, el virrey ni siquiera lo hemos localizado, por lo menos yo). Es una tarea que nos podemos plantear en un futuro a medio plazo en las condiciones que estimes oportunas, ya que todos somos conscientes de la importancia del texto y del personaje. Javier Escudero.

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  4. Yo lo tengo fotocopiado hace tiempo, y de vez en cuando me paseo y desespero por él. Obviamente, la mayor autoridad para su lectura total es la de Mercedes Agulló, que ha citado cosas de ahí. En el clásico de Hurtado hay pasajes y referencias. NO está entre los publicados por Matilla, aunque sí el muy difícil de su pariente homónimo, muerto, creo recordar, por esos años.
    No he perseguido al Virrey, pero es posible que su testamento se encuentre también en el AHPM, me fijaré a partir de ahora.
    En el texto del blog, al hacer referencia a los editores y corifeos –no lo he dicho bien– me estoy refiriendo a los que editan o trabajan sobre el Lazarillo.
    Para leer todo el testamento haría falta, sencillamente, un experto y paciente paleógrafo: si contáis con él, yo se lo paso, y lo publicamos, por ejemplo, en nuestra revista manuscrit.cao.
    ¡Muchas gracias y un abrazo!

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