Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

lunes, 1 de abril de 2013

Las clivias de San Jerónimo



El Museo de Bellas Artes de Sevilla contiene una riquísima colección de pintura religiosa del llamado barroco andaluz, en donde son mayoría los murillos y zurbaranes. El marco no puede ser mejor, un convento de la merced de descalzos, desamortizado, que nos lleva de patio en patio, hasta la nave central que era iglesia (cuya bóveda va fotografiada).


Son muchos los momento en los que el visitante puede detenerse y contemplar, despacio, un cuadro, un rincón, una escalera, un cuadro, un mosaico.... Yo he preferido hacerlo ante el san Jerónimo de Torrigiano (c. 1525), de una vigorosa modernidad, como algunas páginas de le época –por ejemplo de los hermanos Valdés– o como algunos versos de Garcilaso, en el terreno profano.  Ya Ponz lo equiparaba a los mejores trabajos de Miguel Ángel. Para seguir luego el itinerario de los patios. Y salir a la plaza que dominan enormes ficus y magnolios, con un vago sonido de músicas de la Semana Santa al fondo.



Esta entrada ha de terminar con las clivias, a las que veo que no he dado la importancia que tienen. Es una planta fácil de cultivar que puede llenar espacios y florecer –solo he visto la variedad roja– como una luminaria. No creo que hubiera clivias en tiempos de Herrera, ni cuando el Emperador consigue dominar a los comuneros (1521), ni siquiera cuando se funda el convento de la Merced.... 


Y sin embargo todos los espacios sevillanos utilizan esa planta como base sobre la que organizar jardines. Claro que tampoco se podría ver la Giralda nocturna iluminada, ni escuchar los juegos de sonidos en el parque de María Luisa.... Hay un acendramiento de los perfiles sensoriales –digamos–, para desarrollar la potencia de cada uno de estos espacios, lugares, edificios, etc. 

Clivias
Clivias en el Hospital de los Venerables
Las calles de Sevilla rebosan gente que va corriendo de un lado a otro para ver las procesiones –el museo, por cierto, está semivacío–; habrá que salir la madrugá para ver algo, quizá la procesión del Silencio, o la Macarena o pasarse por Triana. En los sitios más concurridos, sin embargo, el ayuntamiento ha puesto sillas, miles de sillas, a precios desorbitados, y ha cercado los lugares mejores –la Catedral, por ejemplo– con paneles, de manera que quien no pague no pueda ver a la Esperanza de Triana, ni a ninguna otra virgen. Curioso modo de introducir elementos mercantiles en estas celebraciones que se proclaman populares. Bueno, ya hablaremos, porque sí que fui a la "madrugá" a mezclarme con la gente.
Vamos a volver al remanso de un patio de la Merced, sobre todo ahora que acaban de publicarse tres obras de un notable mercedario, Tirso de Molina, uno de los grandes de nuestra historia literaria, escasa y mal editado, muy, muy mal editado.


3 comentarios:

  1. Clivias?! increible el color. Nunca las he visto en este pais. Gracias, Pablo

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  2. Sr. Jauralde, me permito recomendarle un poco de prudencia con las apreciaciones de turista advenedizo y poco informado: esos "paneles" a los que se refiere no están colocados para fastidiar a nadie ni para impedir que nadie vea las cofradías ni para marcar ninguna diferencia socioecómica (como se insinúa). Dichos paneles solo sirven para disuadir a la gente de que permanezca parada en esos pasillo, o cual provocaría un incómodo y peligroso taponamiento de las vías de cruce y paso de la carrera oficial. Son motivos de seguridad y tránsito fluido de personas, por tanto, los que imperan en la colocación de esos elementos.
    Por otro lado, le aseguro que la Semana santa sí tiene una vertiente popular indiscutible, pero no única, como se ha querido transmitir a veces por parte de la crítica antropológica. En esta fiesta conviven rasgos marcadamente populares con otros de raíz culta y elitista; y hablo de convivencia, no de oposición ni enfrentamiento. Lea a Núñez de Herrea, Chaves Nogales, Juan Sierra o Montesinos: la literarura ilumina, una vez más, la realidad, que en ocasiones se muestar como enigmática.
    Un saludo muy cordial

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    1. He adelantado la publicación del siguiente post, que en cierto modo comenta el comentario recibido –que agradezco sumamente.
      Sí que escuché ese razonamiento de los paneles, pero consideré que era claramente una justificación a posteriori, ya que los taponamientos eran infinitamente mayores en los puentes, calles estrechas y otros lugares, en donde la gente –como Vd. sabrá y comprobé hasta la saciedad– tapona absolutamente todo. En los cómodos lugares con sillas, el taponamiento era sencillamente de quienes podían pagarse un abono (los he visto de hasta 400 euros) o una entrada.
      Naturalmente que he ido pertrechado de lecturas....; pero en el nuevo post justifico, creo que razonablemente, que tenemos derecho a degustar las cosas desde nuestras circunstancias.
      No sé muy bien si soy turista advenedizo, ya que he vivido más de seis años -y trabajado– en un pueblecito granadino y en Granada, entre otros lugares; naturalmente que no puedo conocer de primera mano todo lo que ocurre en cada rincón.
      Saludos cordiales

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