De vez en cuando recorro las exposiciones fotográficas que, como otras muchas, han venido transformando los cajones del arte clásico, que ahora anda disperso, gozosamente disperso. En el caso de la fotografía hermana en principio y fácilmente con las artes visuales, sobre todo con la pintura, con la que mantuvo, desde su nacimiento hacia 1830, cierta competencia, que ya no parece ser tal.
Por otro lado y a su vez la fotografía también ha difuminado sus fronteras y ya no se presenta pura y sola, lo que suele ocurrir también en otras ocasiones.
Una de las exposiciones que he visitado, la del checo y apátrida Josef Koudelka (1938), en la fundación Mapfre de Madrid, muestra bastantes de esas fotos puras, en blanco y negro, nítidas, el cuadro a partir del doble ojo que ha mirado y capturado (el del fotógrafo y el del obturador); pero también otras, entre ellas las más tempranas, en las que se ha operado algún tipo de escorzo que resuelve la posible imagen real en un dibujo fotográfico distorsionado con intenciones expresivas, es decir, artísticas. Resulta muy interesante.
Aunque para mí es aun más interesante observar la trayectoria histórica; la que de alguna u otra manera mucha gente ha vivido, es decir, la que va dejando muestras desde 1960 hasta la actualidad y, en consecuencia, es necesariamente permeable a nuestra historia, porque ya se sabe que incluso la que intenta fijarse como impermeable tiene esa circunstancia que la convierte en rabiosamente histórica.
¿Cuál es el trayecto expresivo de Koudelka? Mi modo de interpretar su obra, a partir de esta exposición –su obra es enorme– va de la visión personal, distorsiones por medio, centrando inmediatamente el objetivo en la peculiaridad de tipos y grupos humanos (gitanos, nacionalidades...) hasta alcanzar un tipo de fotografía total, que se expande físicamente y recoge la moderna visión ecológica e histórica: la tierra se destruye, la historia desaparece.... dinero, intereses y desidia van de la mano hacia un futuro incierto.
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