azules velazqueños en Vistillas;
rompe la catedral el horizonte
y el ruido de los coches la armonía.
No sé si descansar aquí en un banco
o en la destartalada sidrería
de la plaza Gabriel Miró, o quizá
perderme un poco por la morería.
Me sabe a tiempo lento este rincón
del arrabal, sabe a melancolía:
suelo de tierra, bancos de madera,
farolas de luz débil y amarilla.
Las noches de verano se despiden,
las luces de la vega ya encendidas.
Qué bien expresan tus versos lo que allí y en esos momentos se debía sentir, Pablo.
ResponderEliminarY con cuánta belleza, como la que contemplabas.
Tu poesía es un regalo que nos haces, muchas gracias.
Me uno al comentario de Mercedes!
ResponderEliminar¡'Muchas gracias! Y por vuestra generosidad. Es un verdadero aliciente que os asoméis a leer el blog.
ResponderEliminarEl atardecer es la hora más melancólica y, ahora, con la venida del otoño, el sentimiento se acentúa más. Habrá que disfrutarlo, ahondarlo y compondrá buenos poemas, como siempre.
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