Como somos amantes sin
posibles
busquemos un lugar para
los besos:
te propongo el despacho
del decano
en el recodo que protege
un hueco;
cuando vayamos a firmar
protestas
–porque siempre se viste
de marengo,
porque lleva corbata con
lentejas,
porque resulta triste– nos
daremos
un largo beso de los que
se agarran
tan rico tan profundo y
tan adentro
que deje libres que las
manos vayan
por donde más les guste de paseo;
y luego en la antesala del
despacho,
¿para qué crees que hay un
sofá allí puesto?
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