A lo mejor se me cae la audiencia, que se había recuperado hasta volver a alcanzar unas 100 personas diarias....; pero no quiero que se me escape la temporada de los "rábanos", que está siendo magnífica, y que se venden –se desprecian, prácticamente– por menos de un euro dos manojos de los rábanos colorados grandes, no de los rabanitos. Aprovecharé el hueco que me va a permitir cumplir en el blog mañana con una entrada sesuda, sobre la catalogación de manuscritos e impresos de tema chino antiguo, para este quiebro hacia la madre naturaleza.
Vienen ahora, en otoño, los mediados, como se ve en la foto, y tienen hermosa aplicación en ensaladas ad hoc. Seguro que nunca se ha empleado el latinismo para los rábanos. En mi paso por la cocina francesa recuerdo que que untaban en mantequilla: era un modo fácil de comerlos, que no acababa por conferirles todo su sabor. Y seguro que "conferir" tampoco se ha empleado en el lenguaje de las recetas, que aquí cobra mucha dignidad, pues no en vano he sido catedrático de universidad durante mucho tiempo, y de Literatura, lo que no me reconocen ahora por ningún lado y sobre todo en la miserable pensión; tampoco en mi vieja universidad, adonde he acudido a pedir ayuda –mismamente al "defensor del universitario"– para que no me cobren siete euros diarios en el Museo del Prado, en donde estoy terminando un trabajillo sobre Alonso Cano y otros artistas, o para que no me etiqueten de "turista" cuando pido visado en la embajada china, y en consecuencia no me dejen viajar más que en periodos de un mes; o para que me dejen entrar –porfi– en bibliotecas y centros documentales, para hacer cosas sesudas; etc. Una desgracia, el abandono.
Se me van de las manos los rábanos, y es el caso que si se laminan escrupulosamente con lajas cada vez más finas, despreciando la parte acorchada, si la hubiera, y se entremezclan con lajas de igual grosor de un buen queso de sabor fuerte, sea de cualquier variedad de los azules, los münster o los manchegos añejos, sobre un un fondo de cebollas en juliana, preferentemente blancas o cebolletas, si así se hace –recupero ahora el ritmo culinario– se puede el conjunto mezclar y regar con una vinagreta de miel de romero y oliva virgen, generando un sabor de tonos contrastados que convierte a este plato en exquisito. Al final, alguna hierba (menta, albahaca, hierba Luisa...) cortada por arriba.
Mañana –no os preocupéis, queridos lectores– os voy a dar a conocer los primeros mapas que se dibujaron de China a comienzos del siglo XVI, tercera parte de mi catálogo en marcha sobre manuscritos e impresos antiguos de tema chino.
A mí me gustan los comentarios culinarios, y los manuscritos también. Sólo que los rábanos los prefiero sin mantequilla y sin queso, que no son ad hoc para mi estómago. Me encantó la entrada de los boquerones, de hace tiempo.
ResponderEliminarPasando a otro asunto, hay una tarjeta anual de museos estatales que cuesta menos de cuarenta euros. La expiden en el Prado sin más requisito que el DNI. Por lo que veo es casi desconocida. Yo se la he descubierto ya a algún amigo. Ya que estoy aquí, Pablo, la otra entrada, la del Bota, es una gozada.
Gracias, sabía lo de la tarjeta, Concha, pero aspiraba a no pagar, porque esos son los estatales, algo así como la mitad de los que uno visita....
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